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Opinión

Disciplina violenta

Editorial

Según Unicef, el 75% de los niños entre 2 y 4 años, alrededor de 300 millones en el mundo, sufren agresión psicológica o castigos físicos, y seis de cada diez pequeños de un año son sometidos sistemáticamente a algún tipo de disciplina violenta en 30 países con datos disponibles.
Además reveló que casi 50 de cada 100 niños entre los 2 y 14 años han experimentado algún tipo de disciplina violenta.
Se destaca que la mitad de la población en edad escolar, aproximadamente 732 millones de menores, vive en países donde no están prohibidos los castigos corporales en las escuelas.
Cornelius Williams, jefe de Protección Infantil de Unicef, consideró preocupante el daño infligido a los pequeños y advirtió que esa agresión está presente en todos los rincones del mundo.
El estudio reporta también que un adolescente es asesinado cada 7 minutos en el planeta y especifica que en Estados Unidos los varones negros no hispanos de 10 a 19 años tienen 19 veces más probabilidades de ser ultimados que los blancos no hispanos de la misma edad.
También informa que América Latina y el Caribe fue la única región donde aumentó la tasa de homicidios entre adolescentes en 2015.
De esas cifras tan brutales se desprende que la mayor parte de los castigos se comete contra varones, pues de acuerdo con el estudio de los expertos la sociedad continúa siendo tan machista que expone a la población masculina a dichos eventos sin fundamento alguno.
Lo contrario ocurre con las niñas que reciben menos reprimendas físicas por el simple hecho de su género.
“La violencia durante la infancia y la adolescencia deja marcas imborrables en los chicos y tiene consecuencias en su desarrollo presente y futuro”, indicó Roberto Benes, representante de Unicef Argentina. Esta forma abrupta de disciplina incluye abuso, maltrato físico y mental, abandono o tratamiento negligente, explotación y abuso sexual.
Disciplinar es un acto de amor, los padres o encargados de los menores debemos reconocer nuestra responsabilidad sobre su desarrollo sin que implique someterlos a actos violentos.
Si bien la práctica muestra que una nalgadita o un fajazo podría sosegar el ímpetu de muchos pequeños, lo cierto es que no debe existir maltrato para lograr un buen comportamiento.
Los menores son esponjas, ellos tienen sus ojos y oídos muy abiertos, miran a su alrededor y en su pequeño mundo hacen una traducción de cada vivencia, por ende apelar a la disciplina violenta no es una buena opción para su crecimiento.
Nadie entiende con golpes, es imposible comprender a gritos y con insultos, pero basados en los números parece que la intolerancia de los padres es tal que los agravios se convierten en la tabla de salvación.
Según cifras el Departamento de Trabajo Social del Hospital de Niños, para el 2016 los actos de violencia contra niños aumentaron un 138%. Para ser más precisos, en los primeros seis meses del año anterior, el centro médico registró más de 1.000 casos, todos confirmados. Aunado a otras miles de situaciones sospechosas que fueron reportadas.
Es decir que por día durante este periodo siete o más personas menores de edad requirieron de ayuda médica especializada tras ser reconocidas como víctimas directas de agresiones.
La Organización Mundial de la Salud declaró hace cinco años epidemia nacional, pues las estadísticas mostraban que 6 de cada 10 pequeños son afectados por las agresiones y pese a tal alerta la situación parece no mejorar.
No hay voluntad para actuar, la sociedad tampoco está interesada en cambiar estos escenarios tan fatídicos.
¿Qué nos pasa? Nuestros niños están sufriendo y parece que eso no conmueve a nadie, ya que vemos que va más gente a marchar por asuntos de menor envergadura que por la humanidad de los menores inocentes.
El Servicio de Trabajo Social atendió más de 10 mil pacientes de los cuales el 60% son crónicos, mientras un 55% ya ha sido víctima de algún tipo de abuso.
Con esos datos, está más que demostrado que los adultos estamos tomando el camino menos acertado en la disciplina e imposición de límites para con los hijos.
La educación correcta es ajena a las lesiones. Lo fundamental es crear relaciones de respeto en el seno familiar, no de miedos y temores.
Los hijos deben encontrar en sus progenitores además de un protector, la persona que los escucha, los ama y aconseja, y no a quien los golpea.
Acérquese a ellos, no marque distancia en esa relación tan fundamental.
Como lo dice el anuncio de Unicef: “Hay niños que juegan a ser invisibles”.
No haga con las groserías que sus retoños prefieran pasar desapercibidos.
El Estado también es responsable del tema pues aun cuando Costa Rica es de los pocos países con una legislación que castiga las agresiones contra menores, mínimos son los controles de las entidades encargadas de velar por los niños.
Es inconcebible que la víctima denuncie, ¿entonces ante esos silencios obligados, quiénes son los llamados a reaccionar?
Bueno, los entes de salud, las escuelas, las iglesias y la sociedad no pueden callar, existe una obligatoriedad legal y moral de enviar ante las autoridades a aquellos que usan la fuerza bruta para “educar”.

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Sábado 04 Noviembre, 2017

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