Homosexualidad, ¿sí o no?
Enrique Sánchez*
La homosexualidad, la pedofilia y la pederastia, la zoosexualidad, la transexualidad, y muchas otras “orientaciones sexuales”, poco a poco, y con fuerza, vienen empujando para ser reconocidas social y legalmente. La homosexualidad será la primera que logre este objetivo en la mayoría de los lugares del orbe; con las demás será cuestión de tiempo para que se cambien las leyes y todas se hagan legales. No hay que ser adivinador para saber que esto ocurrirá porque en todos los organismos y organizaciones nacionales e internacionales, en los gobiernos y sus ministerios, en las asambleas legislativas, y grupos religiosos, inclusive, hay gente con estas “nuevas orientaciones” y con poder de mando para dictar directrices y hasta cambiar las leyes que haya que cambiar para que todo sea legal. Así que, en un futuro, que puede ser próximo o lejano, veremos en las calles, también, y al igual como ya vemos a los homosexuales, a menores tomados de la mano de su pareja adulta, a hermanos y hermanas constituidos en parejas, a hombres o mujeres mostrando orgullosamente a su mascota animal como su pareja sexual. Todo esto puede sonar a disparate, pero bien sabemos ya que hoy cualquier cosa es cuestión de tiempo para que sea permitida, y cualquier cosa puede ser peleada como “derecho humano”. Cuando se abre una puerta, otras, también, se abrirán.
Este asunto de las diversas sexualidades y “preferentes” no es como para aceptarse o rechazarse aligeradamente, con un simple sí o no; oigo por todos lados voces de apoyo y de rechazo, pero no escucho discusiones a fondo sobre el tema. Este tema es de tanta trascendencia social y nacional que requiere de una exposición y discusión nacional, porque la homosexualidad, y sus diversas ramificaciones, vienen a cambiar conceptos, ideas, pensamientos y conductas de familia y de las personas con respecto a la sexualidad. El tema debe interesar a grandes, pequeños y jóvenes, a padres e hijos; todos tenemos derecho a escuchar y ser escuchados. No tiene por qué ser, todavía, un tema tabú, ni esconderse, ni hablarse en voz baja; ya no tiene por qué ser analizado y discutido solo entre gentes “profesionales y estudiosos del tema”, que se encierren en recintos de grandes hoteles, y toman decisiones a puerta cerrada. Personalmente, tengo la percepción de que hasta ahora solo ha habido disputas por el sí o por el no, pero sin discusiones ni análisis serios ni profundos que informen sobre la homosexualidad, sus causas y sus diversas manifestaciones. Es una obligación, ante los ciudadanos, la información y su discusión; y esta obligación va, también, para la Asamblea Legislativa, antes de votarse cualquier proyecto en pro o en contra. El tema tiene que ser analizado y discutido abiertamente por todas las posiciones y todos los grupos sociales; incluyendo los grupos religiosos, porque, quiérase o no, son parte de la sociedad en que vivimos, y no se les puede discriminar. Hay suficientes indicios para creer que grupos, fuertemente organizados e interesados en que la homosexualidad se imponga socialmente y en nuestras escuelas y colegios, están presionando, poco a poco y de forma sigilosa y disimulada, y con las únicas explicaciones y razones de los “derechos humanos y el respeto por la diversidad sexual”. Pero pienso que debe ser con la participación de profesores, científicos, psicólogos, padres de familia, naturalistas, homosexuales, y hasta religiosos, que el tema debe ser discutido abiertamente y con presencia de niños, jóvenes y adultos.
Muchas son las preguntas y respuestas que están por discutirse: ¿Es la homosexualidad en realidad algo natural o un comportamiento adquirido? ¿Es la diversidad sexual un derecho humano o un capricho de grupos interesados por diversas razones? ¿Es la homosexualidad un daño emocional ocasionado o un comportamiento por simples fantasías sexuales?
Por otro lado, me preocupa ver a muchos ciudadanos actuando de manera indiferente ante el tema de la homosexualidad, como si la cosa no tuviera que ver con ellos. Tal vez sea cierto que, a algunos, en lo particular, no les afecte lo que suceda con la homosexualidad a su alrededor, porque ya son personas mayores, “hechas y derechas”, y difícil que algo los haga cambiar en sus comportamientos sexuales. Pero a estos mayores le preguntamos, ¿qué hará, como padre o madre, cuando vea que su hijo o hija, por inseguridad, timidez y temor al rechazo, busque compañía y refugio en personas de su mismo sexo? o, ¿qué hará mañana, cuando vea a su hijo o hija practicando la homosexualidad por simple moda entre jóvenes? Los homosexualistas dicen que no importa con cuál género sexual tenga sexo, que lo importante es “el amor”. Recordemos que los jóvenes tienden a repetir los comportamientos de otros jóvenes, y más cuando la sociedad se los permite, y la práctica se impone por moda. Hoy escuchamos a algunos adultos decir que no entienden el porqué ayer se ponían aretes, y otras prendas en las diferentes partes del cuerpo, o que se tatuaban, y la única explicación que se dan es que “todos lo hacían y había que ponerse a la moda”. Con estas ideas y pensamientos, seguro que mañana tendremos en nuestra sociedad la proliferación de la homosexualidad por múltiples razones, menos por ser algo natural. La homosexualidad es una realidad tan seria como la misma sexualidad, y, por lo tanto, debe ser informada, estudiada, y discutida antes de ordenarse directrices por parte de autoridades superiores de los gobiernos. Desde aquí hago un llamado a las autoridades del Ministerio de Educación Pública para que no sigan con esa imposición inconsulta sobre la homosexualidad en nuestras escuelas y colegios, sino que se busque maneras de hacer discusiones abiertas y públicas entre todos. Estoy seguro de que somos muchos los ciudadanos que, también, queremos que se nos escuche con respecto al tema.
