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Opinión

Al maestro con cariño

Lic. Edilberto Escobar Cascante*

El 14 de junio de 1967, se estrenó en los cines norteamericanos, la película de James Clavell: “Al maestro con cariño”. Protagonizada magistralmente por Sidney Poitier, basada en la novela de E.R. Braithwaithe y un elenco extraordinario. Su argumento confrontaba los métodos tradicionales de los sistemas educativos en boga, frente a la rebeldía citadina de los jóvenes de las barriadas populares del Londres, de mediados y finales de los años 60’s. 

Eran los tiempos de la utopía Summerhill, de la Congregación de Woodstock, de la influencia beatleriana, de Vietnam, del Peace and Love, de los Vochos, de las reyertas universitarias, de la moda del comunismo, del Ché Guevara, de Tlatelolco, de la primavera de Praga, de los pantalones campana, de los zapatos plataforma, de las melenas frondosas, de los rockeros chicanos, de Elvis Presley, de las luchas de Angela Davis por los grupos de color en los Estados Unidos, de la pelea de Eugene Mc Carthy en el seno de los demócratas, de LACSA, de la marihuana, de los carterazos en la parada de buses de La Cañada, de los toros en Plaza Víquez, de los viajes en El Pachuco a Limón, de los colochos y rulos, de la Peni, la DIC y el peinado Napoleón. 

Cuando la cinta se estrena en la capital, en el viejo cine Rex, en el Capri, en el Metropolitan y luego en todo el Circuito Urbini, fue todo un éxito de taquilla y un verdadero acontecimiento social. 

Las filas salían a la calle y todavía no había por ventura de Dios, zopilotes que revendieran las entradas de a cincuenta centavos o las de a seis reales, del día del estreno, a pesar de que la competencia entre los cines, ya comenzaba a sentirse, porque andaban por esos caminos de Dios, películas como: “Cuando las colegiales crecen”, “El Último cuplé”, la “Esclava del deseo” y “Los pobres también lloran”. Tampoco existían los bulevares que han estrechado la ya estrecha y maltrecha ciudad capital, azotada por mercaderes de toda clase y nacionalidad, nauseabundia e indigencia permanente. Las noticias eran menos suceseras, el primer canal de televisión era reciente, Chungaleta y Pomponio colmaban el Center City y el Roxi en tanda de 7 de la noche y a las 9 de la noche se presentaban “Los Panchos” o los “Tres Reyes”, en el matiné del Coliseo se presentaban los grandes del Cine mexicano, en Heredia, Liberia y Pérez Zeledón, todavía estaban vivas las Escuelas Normales que formaban verdaderos maestros, no se había maquilado la educación formal como profesión, no se veían profesores de cajeros en los supermercados, tampoco abogados vestidos de policías, ni maestras de preescolar trabajando en ferias del agricultor. 

En el Madrid se lucían Gento, Sol, Di Estéfano, Zubeldía, Domínguez, Zamora, Kubala y el Barca se debatía entre el lugar 15 y 16 de la tabla del fútbol español, todavía en nuestras escuelas se repartía queso, leche y mantequilla que donaba la Alianza para el Progreso. 

En nuestro país no se graduaba un maestro, si antes no se iba a una comunidad retirada, a hacer sus primeras armas, eso era lo que los hacía grandes, solo faltaba un poco de vocación y apostolado, porque irse a trabajar a las escuelas rurales, no eran jugando. Uno se iba nombrado a lugares remotos, no por lo que le pudieran pagar de más, porque el salario de los profesores en el Liceo de Costa Rica era el mismo que se pagaba en el Instituto de Guanacaste o en el Liceo de Nicoya, no se tomaba en consideración, lo que luego se creó con el advenimiento de la Ley de Carrera Docente, del 4 de mayo de 1997, que permitió que los servidores del sistema, fueran a sus trabajos encima de un motor; el maestro se iba ahí donde las necesidades humanas los llamaran. 

Que no creo tampoco, que eso haya pulverizado la vocación docente, porque todavía queda gente con valor y mística. 

Pero algo cambió cuando llegaron las oportunidades. No se guardó racionalidad, ni equidad entre eso y las actitudes que uno ve por todos lados, donde se adopta una posición cómoda y tranquila, porque el sistema está invadido de una titulitis agudísima, para “estar mejor”. 

A los educadores ya no les gusta sacrificarse como antes y muchos, no quieren salir de su patio para ir a enseñar y atender las necesidades de nuestras comunidades rurales, donde los jóvenes todavía en estos tiempos, viven limitados de oportunidades, estratificados y una vez fuera del sistema, a la vera del camino, si no buscan donde les caliente el sol, en un país donde las condiciones siguen estando en el centro del país. Terrible desgracia social, que tampoco importa a los gobernantes.

Ejemplo, la escuelita rural de Las Chorreras de Cutris, donde apareció un buen maestro que se animó a enfrentar las circunstancias y taras burocráticas que rodean el entorno educativo de nuestro país y 45 días después de iniciadas las clases, abrirles las oportunidades a 13 niños que en nada se parecen a los rebeldes de los barrios de Buckingham, sino nuestros futuros agricultores, de la mano de Mark Thackeray, el ingeniero desempleado que aceptó dar clases y romper los moldes de un sistema educativo, que privilegia la comodidad y la ausencia de un verdadero compromiso social, allá en las márgenes del río San Juan. 

 

*Abogado

 

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Viernes 26 Mayo, 2017

HORA: 12:00 AM

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