Mejor honesta y ubicada que sexy y cuestionada
Editorial
Definitivamente que la lengua no tenga hueso es un problema para algunos que les gusta hablar de más y pensar menos.
Lo dicho por la viceministra de la Presidencia, Ana Gabriel Zúñiga, ejemplifica la situación, dejarse decir sin mayor reparo, que ella es una de las funcionarias de gobierno más sexys, evidencia una falta de seriedad rotunda. Más que una muestra de álter ego que no le cabe en el cuerpo, la viceministra hace pensar que la paridad femenina en puestos de gobierno sigue siendo un asunto de cuotas, no de capacidades, ni de cualidades.
Sinceramente, da vergüenza saber que en la Presidencia de la República alcahueteen este tipo de conductas, pero además que les den espaldarazo a funcionarios cuestionados.
Esta señora sexy, como se hace llamar, sumó ¢30 millones en sobresueldos, y muy campante salió a la luz pública diciendo que no iba a pagar un centavo pues se los había ganado a derecho, amparada por la ley.
En la mentada conferencia de prensa, Zúñiga sacó pecho y quiso evadir la responsabilidad que le asiste en el tema, dejando entrever que cada salario se lo pagaron a derecho.
Pues no, Ana Gabriel Zúñiga, usted debe devolver ese dinero a la hacienda pública, si usted promueve la transparencia del gobierno, entonces es la primera llamada a dar el ejemplo.
No entendemos entonces por qué no salió a dar la cara cuando sus superiores admitieron que esa plata no le corresponde, es mejor ser honesta y ubicada que sexy y cuestionada.
Que usted le deba al Estado dinero que se le pagó de más no la hace para nada sexy. Desde cuándo lo ilegal, lo ilegítimo, lo inmoral, es bonito o atractivo.
Dice la Real Academia que sexy significa: “Que tiene mucho atractivo físico y sexual”. En este editorial le decimos la verdad a los ciudadanos, no nos interesa eso, da igual que sea fea o bonita, rubia o morena, delgada o gordita, los costarricenses merecemos funcionarios de alto rango, inteligentes, diligentes, comprometidos, honestos y ante todo con los pies en la tierra.
Sentarse en la Casa Presidencial es un honor cuando se hace con convicción, con entrega y disposición, pero sus comportamientos tan inmaduros y fastidiosos denotan que llegó a calentar la silla.
Y no queremos con estas palabras faltarle el respeto, le hacemos un llamado a la cordura, a la seriedad, pues alguien que ostenta un cargo de viceministra de la Presidencia debe comportarse como tal.
Salga con hidalguía a decir cómo y cuándo va a pagar ese dinero que le dieron de más, tal vez le damos el beneficio de la duda sobre la forma en que sucedió, pero es cuestionable que, si usted tanto habló de rendir cuentas, no dé las suyas a la población que votó para que su partido estuviera en el poder.
Los sobresueldos no son un tema nuevo, acá muchos se han embolsado millones por años, por décadas y se hacen los tontos. Pero el prestigio cuesta más que unas monedas.
Salgan ahora todos a pedir que les revisen los salarios, devuelvan al pueblo la plata que no les pertenece.
Quedarse callado sí es corrupción, sentarse en la galleta a justificar esos desembolsos es corrupción y que no vengan a decir ahora que son errores involuntarios.
Debe el gobierno llamar a cuentas a cada jerarca y con ello a los jefes de recursos humanos, pues autorizaron procesos de pago ilegales. O es acaso que se les pasea el alma por el cuerpo y sin revisar un dato ponen la firma.
Son responsables tales funcionarios del desorden que debe sumar otros muchos millones de colones, pues en el gabinete hay un par más con pluses indebidos. La ley dice que deben abrirse procesos de investigación, aunque tal parece que acá hay negligencia, desatención y, hasta no comprobarse lo contrario, es un acto de corrupción.
Las administraciones anteriores hicieron lo mismo, pero no se justifica que el gobierno del PAC con su estricto código de ética que tanto nos mostró a los ciudadanos, venga decir que el mal de muchos es el consuelo de los tontos.
Doña Ana, no dudamos que usted es una mujer hermosa, pero sería aún más si acompañara esos atributos con dosis de inteligencia y mesura.
