Mujeres y oportunidades
Editorial
El mundo actual es cada vez más exigente, obligando a las mujeres a emprender proyectos no solo personales sino también profesionales.
La concepción de la madre de familia en casa, atendiendo las necesidades propias del hogar, dio un giro de 180 grados. Los hijos, los padres, parejas y demás seres queridos siguen ocupando la prioridad, pero eso fue complementado con las oportunidades del mercado laboral. Es una amalgama.
Hoy ese trabajo tenaz y sin descanso se trasladó a las empresas públicas y privadas con gran tino.
Las mujeres incursionan en sectores impensables, con resultados incalculables. La fuerza laboral femenina ha roto todos los esquemas y derribado barreras antes inimaginables.
Hoy en puestos de gobierno como la máxima jerarquía de un país o llevando las riendas de una compañía, podemos ver a jóvenes, madres abnegadas y esposas, pero ante todo profesionales de categoría.
La superación no tiene límites, no hay fuerza sobrenatural que pueda traerse abajo el empeño, la ilusión y el amor que una mujer pone en cada actividad que desempeña.
Pero si bien una buena parte de las mujeres está inmersa en el mercado laboral, lo cierto es que aún faltan oportunidades, hay empresas donde la mayoría de las planillas son varones y no contratan al sexo femenino para evitarse las licencias de maternidad y el cuido de los hijos que conlleva en ocasiones permisos especiales.
Hay patronos que no contratan mujeres pues existe el concepto de que no disponen de mayor tiempo extralaboral, o bien usa tiempo de su trabajo para asuntos personales, siendo esto un concepto erróneo y discriminatorio.
Las mujeres se someten a mayores cuestionamientos que los hombres sobre sus capacidades al momento de estar en una entrevista laboral, pero cuando son elegidas para un puesto reciben menor pago.
El país requiere de más mujeres, de opciones y soluciones. Los retos que enfrenta la población femenina nacional no son sencillos, la sociedad sigue lapidando los deseos de superación.
Costa Rica sobresale en América Latina con la menor tasa de participación laboral femenina, un 55%).
Y más del 40% de las mujeres insertas en el mercado laboral son subcontratadas, tienen horarios inestables y reciben pagos menores a los estipulados por ley en comparación con los hombres. Eso es discriminatorio y abusivo.
El subempleo e informalidad cayeron entre el 2015 y el 2016, especialmente entre las mujeres, el índice pasó de 15,9% a 11,4% en ese período.
Peor aún, se ha detectado que una buena parte de los patronos ni siquiera les da garantía como seguro, riesgos del trabajo e incapacidades poniendo en total peligro su integridad física y emocional.
Según datos de la Encuesta Continua de Empleo (ECE) del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) la población de hombres ocupados se redujo en un 0,6% al IV trimestre del 2015, la población ocupada femenina bajó en un 3,2%, en ese mismo periodo.
No se trata de un asunto solo de género, ni este es un editorial sexista, feminista o como pudiera entenderse, es una realidad, las mujeres siguen siendo marginadas en el mercado laboral y deben forjarse los éxitos defendiéndose casi a codazos. No es un tema de cuotas, sino de capacidades.
Son las mujeres las primeras llamadas a quebrar el delgado cristal que las separa de los hombres, no son comparables, son un complemento. Se deben sepultar esos prejuicios y estereotipos que muchas veces llevan grabadas en su mente.
Y no solo es un tema de generar más opciones laborales sino procurar que sean de calidad.
No hay diferencias apenas que las físicas y eso no determina el ímpetu. Es hora de poner en marcha más programas dirigidos a las féminas, de exigir políticas públicas equitativas y de pedir a los representantes mano dura con quienes pretenden seguir usando argumentos machistas para limitar el acceso al trabajo digno, bien pagado y equitativo.
