Este domingo…
Fernando Berrocal
Este domingo cambiará la política internacional de los Estados Unidos y eso tendrá fuertes implicaciones a nivel global y en las Naciones Unidas. Este es el hecho geopolítico objetivo.
Donald Trump ganó la Presidencia en contra del Partido Demócrata y contra el propio Partido Republicano. Nunca, en lo que llevamos desde el fin de la II Guerra Mundial, un jefe de Estado y comandante en jefe llega a la Casa Blanca con tanta autonomía de vuelo y sin estar apegado a los criterios de los dos partidos políticos y sectores influyentes de la sociedad norteamericana.
Sus tesis, además, en el escenario internacional, desafían alianzas estratégicas tradicionales con Europa, Japón, Canadá y México, los progresos del multilateralismo y el papel geopolítico del liderazgo democrático.
Con esta afirmación, simplemente, doy un dato de la realidad. El nuevo enfoque internacional de los Estados Unidos será pragmático y de negocios, adobado con la egocéntrica personalidad de quien estará en la Casa Blanca.
Su objetivo será recuperar la grandeza y el poder político, económico y militar que Trump y quienes lo eligieron presidente de los Estados Unidos creen y dicen que perdió esta gran potencia frente a Rusia, China, la Unión Europea y el peligro que representan los países emergentes, los emigrantes y los países en desarrollo.
Estos últimos no ocuparán la agenda de prioridades del Departamento de Estado, que será dirigido por el presidente de la Exxon, para quien nada del mundo en desarrollo y la crisis del Cercano Oriente será un problema geopolítico sino un caso de petróleo y buenos negocios.
El idealismo y la extraordinaria visión de F.D. Roosevelt y los Estados Unidos al crear en 1945 las Naciones Unidas (ONU), como garante del Derecho Internacional y un mundo a favor de la paz y los derechos humanos, enfrentará esta nueva visión y a los grandes factores de poder mundial.
Con fuertes tensiones entre sí, los Estados Unidos, Rusia y China formarán una troika inevitable de poder mundial, pero las Naciones Unidas y el Consejo de Seguridad, a pesar de todo, no perderán su necesaria vigencia porque no lo permitirán otros factores de poder existentes, ni el comercio mundial y la fortaleza de la visión multilateral, así como la necesidad objetiva de la paz y el control del medio ambiente, la lucha por los derechos humanos, el derecho internacional, la prensa y las poderosas redes sociales.
Hay dudas y hasta angustia sobre el futuro de la alianza transatlántica, pero Alemania, Francia y la Unión Europea no se dejarán marginar, aunque la salida de Inglaterra del espacio comunitario signifique un golpe muy duro para lo que esos países significan en el mundo como poder y modelos de libertad, paz, legalidad y progreso económico con justicia y equidad social.
Al final todo se equilibrará. El mundo es como es y contra esa realidad no podrá Donald Trump, ni sus excentricidades de poderoso multimillonario.
Las relaciones y la vida de los países y los seres humanos no son solo negocios y dinero. También son idealismo y, sobre todo, pesos y contrapesos.
