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Opinión

Hillary y el dilema de ser o no ser feminista

Marilyn Batista Márquez

En una entrevista realizada en setiembre del año pasado a Hillary Clinton, en la cual la periodista Lena Dunham le preguntó si era feminista, ella contestó: “Absolutamente. Siempre me confunde cuando una mujer, sin importar su edad, pero en especial las jóvenes, dicen algo como: ‘creo en la igualdad de derechos, pero no soy feminista… Bueno, por definición, una feminista es una persona que cree en la igualdad de derechos. Espero que la gente no sienta miedo de decirlo. No quiere decir que se odia a los hombres ni que se quiere separar el mundo para no ser parte de una vida ordinaria. Sólo significa que se cree en que mujeres y hombres tienen los mismos derechos”.

Más allá de su autodeclaración de feminista, existen hechos que sí confirman su vínculo y lucha por la igualdad de género, por ejemplo, cuando presidió la Comisión de Mujeres en la American Bar Association en 1982 a 1988, en la que introdujo la perspectiva de género en la profesión del Derecho e impulsó potenciar medidas que combatieran las desigualdades en este campo. 

En el marco de su plan de gobierno se ha comprometido en impulsar la equidad salarial, permisos familiares, aumento del salario mínimo y acceso a guarderías para incidir positivamente en la posición económica y social de la mujer de clase media.

Se ha involucrado y apoyado campañas que impulsan el empoderamiento de las mujeres y la defensa de los derechos de las niñas, las cuales han recibido el reconocimiento de Ban Ki-moon, el actual secretario de la ONU.

Su enfática crítica a la resistencia de los Estados Unidos en facilitar permisos de maternidad pagados a las madres trabajadoras ha sido tema de discusión en varios foros, expresando vergüenza de que su país, considerado por millones de personas, la máxima representación de la democracia en el mundo, sea parte de las nueve naciones que no han avanzado en este tipo de derecho humano.

Sin tapujos ha dicho que el “doble estándar” que se aplica a las mujeres está “vivito y coleando”, haciendo referencia a su propia vida, cuando siendo una joven abogada fue subestimada por sus colegas, y durante la contienda electoral ha sido llamada “mandona” (bossy) y “perra” (bitch) y se han leído en pancartas con textos machistas que dicen: “Hillary, plancha mi camisa”.

Por enésima vez es importante aclarar el significado de la palabra “feminista”, que es definido como una doctrina y movimiento social que pide para la mujer el reconocimiento de unas capacidades y unos derechos que tradicionalmente han estado reservados para los hombres. 

Una vez aclarado su significado, la pregunta de rigor es ¿las mujeres deben votar por Hillary por un asunto de solidaridad de género y porque es feminista?

En las redes sociales cientos de personas han escrito comentarios en contra de basar el voto únicamente en el factor de género.

Feministas como Gloria Steinem, que expresó respetar a las mujeres “que miran más allá género” al momento de elegir a quién apoyar, ha instado a que voten por Clinton, no solo por un asunto de género sino también porque es una excelente candidata. 

La realidad es que el dilema de “ser o no ser” feminista es importante para la primera mujer que ostenta esta candidatura, pero limitar o condicionar el voto solo por ello sería opacar y subestimar su vasta experiencia, educación, inteligencia, liderazgo y resiliencia. Hillary Diane Rodham tiene los atributos adecuados –mucho más que su contrincante Trump- para dirigir a los Estados Unidos de América.

La candidatura de Hillary Clinton a la presidencia de los Estados Unidos, después de 240 años de historia independiente, y 96 años del primer sufragio femenino en esta nación, es motivo de discusión e interpelaciones para los demócratas, republicanos y las feministas. 

La mayor economía del mundo, que cuenta con un 20% de mujeres en el Senado, y un gabinete compuesto por 24 personas (incluyendo al Presidente de los Estados Unidos), cuyos miembros femeninos son 7, ha permitido hasta ahora que el mayor puesto ocupado por una mujer en el gobierno sea de secretaria de Estado, cargo que por primera vez recayó sobre Thomas Jefferson y que ha sido desempeñado en los últimos 19 años por cinco personas, tres de ellas mujeres: Madeleine Albright, Condoleezza Rice y Hillary Clinton. 

Con su elección como primera mujer candidata a presidenta y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de esta nación emerge el temor a la ruptura del patriarcado, que ha suscitado todo tipo de cuestionamiento en cuanto a la capacidad de Clinton, aunque haya sido primera dama de Arkansas y de Estados Unidos, senadora del estado de New York y secretaria de Estado, además de la primera socia mujer en el Rose Law Firm, la empresa más antigua de Arkansas y el tercer bufete más antiguo en los Estados Unidos.

Más allá de los comentarios sexistas de algunos de sus detractores, que la tildan de ser dura, fría, calculadora, ambiciosa y dominante, -características comunes en el liderazgo masculino, pero intolerable en una mujer-, algunas feministas como Dana Edell, directora ejecutiva de SPARK, un movimiento antirracista que lucha por defensa de la justicia de género, considera que ella “podría no ser la primera mujer correcta” en ser lanzada como candidata a presidenta de esta nación.

Hillary Clinton, especialmente para las jóvenes, representa al denominado “feminismo liberal”, que rompe barreras de género, lucha por la igualdad y el empoderamiento femenino, para el beneficio de mujeres blancas, de clase media alta, que cuentan con educación universitaria para poder ascender a las cúpulas políticas y empresariales.

Esta presunta búsqueda elitista de la inclusión femenina está alejada de las acciones que impulsan las feministas tradicionales en temas de acceso igualitaria a la educación, trabajo, servicios de salud y distribución de las riquezas, por lo cual el trabajo de la exsecretaria de Estado y senadora poco aportaría en el cambio del sistema capitalista patriarcal, que tiene abstraídas a millones de mujeres en la desigualdad económica y social.

También están en su contra varios sucesos que la rodean y continúan en discusión pública, como la confesión de haber mentido sobre estar bajo fuego hostil durante una visita en 1996 a tropas norteamericanas en una base en Bosnia y Herzegovina; la controversia relacionada a sus inversiones en bienes raíces, en la Corporación de Desarrollo de Whitewater, unido al apoyo brindado a la acción militar de EE.UU. en Afganistán de 2001, a la resolución que autorizó al presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, a usar fuerza militar en contra de Irak, y el uso durante cuatro años de su correo privado para asuntos oficiales, cuando se desempeñó como secretaria de Estado. A pesar de toda esta caravana de reproches e imputaciones, en donde hasta ha tenido que comparecer al Congreso, a rendir testimonio bajo juramento, -y ha salido airosa-, Clinton continúa siendo la candidata del Partido Demócrata a la Presidencia de los Estados Unidos de América.

Hillary, ¿es feminista?

Volviendo al tema de si Hillary es o no feminista, me remito a los hechos.

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Jueves 21 Julio, 2016

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