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Opinión

Cuba tras la visita de Obama y el Congreso del PCC

Carlos Malamud*

Tal como se preveía, el reciente Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC) aportó muy poco a la hora de aclarar el rumbo y la velocidad de las reformas económicas (las políticas están condenadas al ostracismo) en el futuro próximo. Tampoco sirvió para dilucidar si los reformistas están mejor situados que los retardatarios o viceversa. Los discursos de los hermanos Castro recordaron que los principios de la Revolución son inmutables y que nada podrá derribar un edificio sólidamente construido, si los cuadros del partido permanecen unidos y responden puntualmente a los ataques del enemigo externo.

Sin duda alguna el momento más emotivo del Congreso fue la intervención de Fidel Castro, una escenificación práctica de su despedida adelantada: “Pronto seré ya como todos los demás. A todos nos llegará nuestro turno, pero quedarán las ideas de los comunistas cubanos, como prueba de que en este planeta, si se trabaja con fervor y dignidad, se pueden producir los bienes materiales y culturales que los seres humanos necesitan, y debemos luchar sin tregua para obtenerlos”.

Buena parte de las intervenciones y resoluciones del Congreso se hicieron teniendo presente la necesidad de tomar distancia de la reciente visita de Barack Obama y de los mensajes transmitidos a la sociedad cubana durante su paso por la Isla. Por eso, si bien los modelos chino y vietnamita siguen guiando los pasos de las reformas, la especificidad de la realidad cubana debe primar por encima de todo. Esto implica que el desempeño de la parcela de la economía no controlada por el estado debe ser muy limitado y siempre tutelado desde el poder. El mensaje es claro: nada de enriquecimientos desmedidos, nada del crecimiento desmesurado de los emprendimientos, ni nada que favorezca el predominio del libre mercado sobre la economía planificada y centralizada.

Cuba está en una encrucijada y los cuadros más lúcidos del régimen lo saben. Pero también conocen los límites de sus posibilidades ante la fuerza de los sectores más inmovilistas. Son estos precisamente los que han convertido al mayor de los Castro en su referente y en el muro de contención contra aventuras incontroladas.

La lentitud, a veces desesperante, a la hora de acometer las reformas, indica precisamente el poder de veto de la vieja guardia y sus seguidores, en un contexto donde las críticas apenas son toleradas y quienes las formulan corren el riesgo de ser duramente represaliados. Recientemente se ha conocido la expulsión del Centro de Estudios de la Economía Cubana (CEEC) de la Universidad de La Habana del profesor Omar Everleny, cuyo mayor pecado fue mostrar su disconformidad, no con las reformas, que consideraba necesarias, sino con su cansino ritmo de aplicación.

Esto nos lleva a presentar las dos mayores paradojas de la coyuntura económica de Cuba. La primera, como ya he sostenido previamente, que el mayor impulsor de las reformas económicas en Cuba no es su gobierno sino Obama. Han sido las medidas unilaterales adoptadas por su Administración las que han permitido un aumento de los flujos turísticos, el pago con tarjetas de crédito, el incremento de las remesas o la posibilidad de viajes comerciales directos entre Estados Unidos y Cuba.

Con todo, lo más preocupante, tal como quedó reflejado en el Congreso, es la negativa a avanzar de forma paralela debido al temor de que las medidas de Obama sean una especie de caballo de Troya y, si eso ocurre, el capitalismo termine dominando la economía cubana.

La otra paradoja impacta de lleno sobre el modelo socialista. Según el ministro cubano de Comercio Exterior y la Inversión Extranjera, Rodrigo Malmierca, su país necesita 2.000 millones de dólares anuales de inversión extranjera directa (IED). De acuerdo con su interpretación, debe ser el dinero de las empresas y los inversores capitalistas, incluyendo el de Estados Unidos, el que acuda a sostener el modelo socialista. Malmierca, en sintonía con la posición oficial, considera positivas pero insuficientes las iniciativas de Obama. De este modo el principal obstáculo para el desarrollo de Cuba sigue siendo el bloqueo.

El numantino empeño de las autoridades cubanas de preservar a toda costa la Revolución y sus instituciones choca con toda evidencia empírica. Si algo demuestra la historia es que no sólo las personas pasan sino también los procesos históricos. El viaje de Obama a Cuba, coronado por el megaconcierto de los Rolling Stones, es la mejor prueba de que en la Isla las cosas están cambiando, y algunas muy aceleradamente. De otro modo no se entendería el desfile de moda que hará Chanel en La Habana este 3 de mayo cuando presente su próxima colección con la propuesta Crucero 2016-17. Entre la despedida de Fidel Castro y el desembarco de Karl Lagerfeld, ¿cuál será la senda por la que discurra el futuro de la sociedad cubana?

 

INFOLATAM. Con autorización del autor para Página Abierta.

*Investigador principal para Iberoamérica del Real Instituto Elcano, Madrid.

 

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Martes 03 Mayo, 2016

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