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Opinión

Seguir apostando por una apertura económica

Natalia Díaz Quintana* / Página Abierta

Hace escasos 35 años Costa Rica sufrió las consecuencias del mal manejo de políticas económicas. El costo de la vida se disparó, la pobreza aumentó en forma desmedida y el país experimentó un verdadero caos social y la escasez de sus bienes y servicios básicos. 

 

A raíz de esto, se debió reformar el modelo de desarrollo, apostar por reformar el Estado, abrir nuestros mercados, abandonar el esquema de sustitución de importaciones y apostar por una economía orientada a la atracción de inversiones y a la diversificación de la oferta exportable. 

 

Con el tiempo se dio la apertura de la banca, empezamos a apostar por la apertura comercial, se abandonó el menosprecio a la iniciativa privada, se atrajo la inversión extranjera directa, aprobamos tratados de libre comercio, abrimos el mercado de telecomunicaciones y el mercado de seguros. Sin embargo, existen fantasmas que continúan su lucha para que los ciudadanos y las nuevas generaciones olvidemos ese modelo de apertura del cual debemos sentirnos orgullosos.

 

En la actualidad se difaman todas las reformas de los años ochenta, que han construido este país en el que finalmente miles de proyectos de vida empezaron a fructificar. Hoy más que nunca vemos, en otras regiones, las consecuencias de la ausencia de libertad económica. Hay quienes quieren revivir modelos como el del proteccionismo arancelario escudado bajo la farsa de la soberanía alimentaria. Hay quienes pretenden oponerse a todos los competidores privados de los servicios previamente monopolizados. Y hay otros que condenan sin fundamento cualquier tipo de tercerización de servicios.

 

Esta conducta de desprestigio a la iniciativa privada es una trampa engañosa. Los costarricenses conocemos la patria en que nacimos. Aplaudimos la inversión social, la institucionalidad democrática y la solidaridad que caracteriza a nuestro país. Es con esa base que queremos construir un país próspero, libre y justo. Una economía de mercado que alimente ese sistema solidario ha sido parte del nombre de Costa Rica.

 

Los costarricenses debemos de ponernos a pensar en el país que queremos. El populismo, sustentado por tendencias económicas al sur de nuestras fronteras, alimentan la bancarrota con un Estado sobreprotector. 

 

Costa Rica no debe hacer caso omiso al creciente déficit fiscal que nos azota, a la creciente deuda pública, al alto desempleo y al sistema insostenible que ha impregnado a gran parte del sector público.

 

Paso a paso se cumplen los pronósticos de los que muchos economistas alguna vez hablaron, y la visión país que anhelamos peligra. Los abusos del sector sindical y su brazo político en la Asamblea Legislativa deben detenerse, para así contener, de una vez por todas, el crecimiento del gasto público y encontrar la estabilidad del sector productivo de nuestro país.

 

Costa Rica es un país donde lo público y lo privado continúan entrelazados, donde Estado y empresas pueden coexistir sin discrepancias serias, con el concurso activo y concertado de los diversos agentes económicos.

 

*Diputada, Movimiento Libertario.

 

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Martes 28 Julio, 2015

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