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Opinión

La crisis que padecemos, nuestro futuro en quiebra

Vivimos en tiempos extremos y absurdos. Cuando según el último estudio de Oxfam International, el 1% de la población mundial será propietaria en 2016 del 50% de la riqueza mundial. Las cosas empeoran, cuando vemos que ese 1% vio su riqueza aumentada a pesar de la crisis, y gracias a las políticas de austeridad, de un 42% en 2008 a un 48% en 2014, se dibuja con claridad, una especie de elite depredadora y rentista, que se alimenta de la desposesión legalizada como forma de acumulación de riqueza. Ello termina en vislumbrarse como una forma de totalitarismo económico y político global, cuando vemos, que el 52% restante de riqueza mundial, se reparte casi un 46% entre un 20% de la población, dejándole a casi un 80% del resto de seres humanos que habitamos esta tierra, tan solo el 5,5% de la riqueza mundial. 

 

La respuesta conservadora y liberal, es decir, que quienes cuestionamos e incidimos para cambiar esta situación, estamos llenos de resentimientos y envidia, en tanto los poderes facticos como los oligopolios mediáticos, nos demonizan con sus calificativos preferidos para infundir miedo, odio y retratar una malignidad esencialista; “comunistas”, “populistas”. 

 

Descalificación ingenua que no identifica los efectos tiránicos inherentes de esa concentración de poder financiero sin control. 

 

Es, después de todo, responsabilidad nuestra-de todas las personas-, mantener las instituciones de poder en jaque, responsabilizarnos socialmente y responsabilizarlas para alcanzar y vivir democracia: el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.

 

Hoy esa lucha, cobra más vigencia que nunca, así lo concluye la politóloga estadounidense, Wendy Brown en su libro, “Undoing the Demos: Neoliberalism’s Stealth Revolution” (2015), quien concibe el neoliberalismo como una racionalidad de gobierno a través de la cual todo se “economiza”, donde los seres humanos se reducen a actores de mercado, y cada aspecto de la existencia pasa a entenderse y regirse en términos de mercado. 

 

Es decir, un criterio general de reorganización de la vida misma y todos sus procesos vitales, donde toda actividad, desde aprender, enamorarse, intervenir un ecosistema o morir, pasa a realizarse y estar sujeta al mercado. 

 

Por supuesto la salud, justicia y política no escapan de esta forma de gobierno, son actividades que comienzan a ser dominadas bajo la racionalidad de “todo está en venta, y por ende todo tiene un precio”, donde la dinámica del dinero manda. En esto coincide, Michael Sandel, en su libro “What Money Can’t Buy: The Moral Limits of Markets (2012), para quien el neoliberalismo viene a sustituir la norma ética que primo en las democracias liberales, y en la socialdemocracia. 

 

El neoliberalismo implica, el eclipe del homo politicus por el homo economicus. 

 

La meritocracia, la eficacia descarnada y rentabilidad en términos de negocio se extiende a todos los terrenos a manera de evidencias indiscutibles. 

 

La democracia se enfrenta, entonces, a una racionalidad donde desaparece la ciudadanía, esa que posibilita condiciones para expresar cierta voluntad común y determinar la cosa pública, para verse reemplazada por el individuo consumidor, calculador y emprendedor, que persigue finalidades exclusivamente privadas, sus intereses propios. 

 

Esto sucede al tiempo que el neoliberalismo mina la autonomía relativa que gozaba el sistema electoral, la policía, la justicia, la esfera pública, entre sí, tanto como su autonomía en relación al mercado y lo privado. 

 

El neoliberalismo, se traga, el espacio que debería ocupar el pueblo, el espacio democrático en el que la gente se reúne para articular las preocupaciones comunes en torno a la libertad, la igualdad y la soberanía. 

 

El capitalismo amenaza con tragarse la democracia y humanidad misma.

 

¿Es el capitalismo financiero global, esa racionalidad que rige la vida contemporánea, realmente una amenaza para la democracia? Según Philippe Legrain, Asesor Económico del Presidente de la Comisión de la UE del 2011-2014, hay por lo menos un ejemplo reciente de que es así. 

 

En su artículo de Foreign Policy(06/03/2015), Legrain identifica hábilmente la regla robustamente antidemocrática que los financieros capitalistas europeos aplican entorno a la victoria democrática abrumadora de Syriza en Grecia. Las dos figuras más prominentes provienen de Alemania: la canciller Angela Merkel y el ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble. 

 

En un comunicado que atenta directamente contra un principio básico de la democracia, a saber, que opera “por la voluntad del pueblo”, dijo Schäuble, “Las nuevas elecciones no cambian nada en los acuerdos con el gobierno griego.” 

 

El punto es, la democracia no es nada frente a la regla económica, no importa que los acuerdos originales de los cuales Schäuble habla fueran realizados por políticos griegos objetivamente corruptos, sobornados y pagados por corporaciones trasnacionales, quienes usan incentivos perversos para distorsionar la democracia. 

 

En el mismo artículo, Schäuble se hace eco de la “madre” del capital financiero mundial, Margaret Thatcher, y su doctrina-”No hay alternativa al capitalismo”- cuando dice: “Estas duras reformas darán sus frutos, Grecia no tiene otra alternativa.” En otras palabras, Dios hecho dinero. 

 

Esta intensa concentración de poder y riqueza no es diferente que en la época feudal en el que la aristocracia reinó sin control. 

 

Es lo que señala el premio nobel en economía Robert J. Shiller, y otros economistas, como Branko Milanovic y Thomas Piketty al señalar que volvemos a un “capitalismo patrimonial”, lo que nos permite ver esta desigualdad no como fenómeno aislado, sino como producto de la naturaleza del capitalismo moderno y sus metáforas de libre mercado. 

 

Nuestro país, no escapa a esa realidad, si vemos los datos, 1 de cada 3 personas trabajadoras en Costa Rica no tiene salario mínimo, 102 mil no tiene ningún derecho laboral, y 294 mil se encuentran sin seguro de salud. 

 

El 30% de los patronos nacionales privados incumple con este pago, y en zonas rurales es un 66%. Ello se pone en perspectiva cuando vemos que más de un millón de trabajadores registran un ingreso bruto mensual inferior a ¢450.000. 

 

Ello coincide con lo que arroja el INEC, para el 2014, el quintil más pobre se repartió apenas el 3,9% del ingreso nacional mientras el quintil más favorecido el 50,1% de la riqueza que produjo el país. 

 

El neoliberalismo que ha deteriorado el tejido social y el bienestar, como señala Boaventura de Sousa Santos, nos lleva por una serie de transiciones que des-democratizan el Estado, y la sociedad como un todo, de la responsabilidad colectiva a la responsabilidad individual. Para esto, las expectativas de vida deben derivar de lo que hace cada quien por sí mismo y no de lo que la sociedad puede hacer por todos. Mientras ese darwinismo social, sea la racionalidad y práctica política institucionalizada, caminamos hacia nuestra destrucción, una donde la democracia misma comienza a ser señalada como problema, de los efectos que produce el neoliberalismo. 

 

Punto Focal Centroamericano Global Youth Coliation on HIV/AIDS

 

PERIODISTA: Edvan Córdova Vega

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Viernes 22 Mayo, 2015

HORA: 12:00 AM

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