Poder y liderazgo: algunas consideraciones éticas

El liderazgo tiene que ver con un pensamiento estratégico. Tanto en la función pública, como en la privada, el liderazgo es fundamental para la buena marcha de cualquier organización.

Muchos elementos configuran el liderazgo. Entre ellos, la capacidad de visión, y los medios estratégicos para cumplirla. Por ello un líder tiene la capacidad de plantear objetivos ambiciosos para la organización, y de motivar a sus colaboradores para conseguirlos. Una persona que no tuviera esta visión de futuro, podría ser un buen coordinador de departamento, pero nunca un auténtico líder.

Un auténtico líder sabe que ningún colaborador es prescindible, y en casos de desmotivación, procurará reorientarlos para que cumplan de manera satisfactoria sus funciones. El líder procura el bien para la organización, pero no descuida el bienestar de sus colaboradores. Una persona a la que sólo le preocupa su bienestar, difícilmente podría ser el líder de una organización.

El liderazgo implica la capacidad de dirigir estratégicamente un grupo o equipo para que cumpla eficaz y eficientemente sus funciones. Cuando no existe liderazgo, sino imposición, una institución empieza a deteriorarse.

Hay muchos tipos de liderazgo, y también muchas formas equivocadas de entenderlo y de ponerlo en práctica. Una de estas formas equivocadas es confundir liderazgo con autoritarismo. El poder está relacionado con el liderazgo. Sin embargo, el poder sin control, se encamina firmemente hacia el fracaso.

El liderazgo puede basarse en el poder, siempre que el poder no sea la voluntad de un solo criterio autoritario. Jean de la Fontaine, señaló que “Cualquier poder, si no se basa en la unión, es débil”. El primer error que asume quien asciende al poder es creer que su nuevo puesto es un trono en el Olimpo de los Dioses. Actitud ridícula y carente de madurez racional, pero sobre todo, dañina para la buena salud de una organización. Ante estas actitudes autoritarias, no existe unión con los colaboradores. El autoritarismo funciona, pero se va debilitando paulatinamente.

No se confunda liderazgo con poder. El liderazgo va más allá de imposiciones autoritarias. A una persona con poder se le podrá obedecer por temor, no por respeto, ni mucho menos porque inspire liderazgo.

De acuerdo con las enseñanzas de los antiguos maestros zen, nosotros acumulamos el tipo de liderazgo que practicamos. Merece la pena reflexionar la enseñanza que nos dejó Fushuan Yuan, en El arte del liderazgo: Mantener el liderazgo por medio de cualidades iluminadas acumula más cualidades iluminadas; mantener el liderazgo con cortesía y justicia acumula cortesía y justicia. El liderazgo explotador acumula resentimiento y enemistad.

La enseñanza es directa: El liderazgo explotador acumula resentimiento y enemistad. Sin embargo, ningún liderazgo puede ser explotador por definición. Ese supuesto liderazgo no es otra cosa que autoritarismo. El autoritarismo es el verbo del poder sin control.

Milan Kundera afirma algo que refleja parte de la psicología autoritaria. Según Kundera, “Si cada persona tuviese la posibilidad de asesinar en secreto y a distancia, la humanidad moriría en unos pocos minutos”. El problema, el serio problema, es que el autoritarismo no necesita asesinar en silencio, sino al descaro.

El acoso laboral y sexual, la manipulación, el sometimiento a servilismo bajo la práctica de infundir temor (porque hay empleados que necesitan trabajo), el chantaje, el argumentum ad verecundian autorreferencial (yo soy la autoridad, esto es, yo soy el jefe o la jefa…), el empoderamiento en general, entre muchos otros vicios, son formas diáfanas de asesinar a poquitos, y de manera humillante, a los subordinados. Otro vicio del autoritarismo, es que impide que el verdadero potencial de los subordinados florezca. Precisamente por esta investidura de poder, es mejor no desafiar la voluntad irascible del autoritario. Desgraciadamente, hay jefes y jefas cuya fascinación es hacer votos de poder, y con esa chispita que los invisten, buscan aprovecharse de la vulnerabilidad de sus subalternos, sometiendo a unos, y privilegiando a otros. Desde luego, con intereses preconcebidos. Maquiavelo en su representación callejera.

¿Liderazgo? Sería oportuno meditar la manera en la que estamos practicando el liderazgo. Después de todo, y a su modo, todos tenemos ciertas cotas de poder.

El liderazgo es ajeno a la jerarquía. Un jefe puede tener jerarquía y control sobre sus subordinados, pero no por ello liderazgo. El jefe decide lo que hay que hacer en virtud de la autoridad de su posición jerárquica. Un líder tiene la capacidad de influir en los demás sin ordenar.

Unos parámetros éticos para el ejercicio del poder son oportunos. La capacitación en ética de la función pública, en ética para el liderazgo, entre otros, más allá de cuestiones legales, es de vital importancia. La ética nos hacer reflexionar, verdaderamente, sobre las acciones correctas e incorrectas. Muchas personas, ante la necesidad de llevar sustento a sus hogares, permiten ser sometidas, y posiblemente explotadas, en sus trabajos de forma silenciosa, con tal de no perder la fuente que les permite vivir. Liderar una organización bajo el empoderamiento autoritario, es inmoral, es antiético.

Es imperioso que consideremos aspectos éticos en el ejercicio de nuestra función. No es suficiente considerar solamente el aspecto legal o religioso como parámetros para medir lo correcto e incorrecto. Por un lado, no todos tienen acceso a una representación legal, por otro, Dios está muy lejos de la vida laboral cotidiana, y peor aún, la persona autoritaria, parece no escuchar la voz justa de Dios. El autoritarismo causa mucho daño en el camino de la vida, en especial, en el camino de la vida laboral.

*Profesor de Filosofía

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Miércoles 05 Junio, 2013

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: Por: Wílmer Casasola R