Editorial
Poco a poco las sociedades modernas han ido sacando la religión de sus vidas, más no así su fe en un ser superior.
Y es que durante la época de la colonia, cuando se comenzaron a desarrollar los primeros centros de población, estos se ubicaban alrededor del templo católico y la plaza. Hoy esta disposición arquitectónica se mantiene en muchos de nuestros pueblos, pero ya no son el punto de reunión de los vecinos.
Según un estudio realizado por la Escuela Ecuménica de las Ciencias de la Religión de la Universidad Nacional (UNA), las religiones vienen sufriendo una importante pérdida de seguidores, las personas no necesariamente dejan de profesar la fe en la que nacieron, pero no realizan las prácticas ligadas a ellas. Es por eso que los investigadores hablan de que los ticos buscan llevar adelante su profesión de fe de manera muy personal, es decir, a la medida de sus necesidades.
Un ejemplo de ello se puede identificar cuando las parejas se casan, mantienen el rito del matrimonio por la iglesia, aunque después de ese día no vuelvan a visitar un templo.
También se preparan para llevar a sus hijos a recibir los sacramentos del bautismo y la comunión, pero una vez que se cumple con estos sacramentos, socialmente importantes, el resto pasa a segundo plano.
Esto no es exclusivo de quienes profesan la religión católica, sino también de todas las denominaciones religiosas, en donde los feligreses ya no sienten que para estar en sintonía con Dios, sea necesario cumplir con tantos compromisos religiosos. Llegan incluso al punto de que se desconoce la fe que profesan o son indiferentes a ello.
Llama la atención que los costarricenses aseguran tener una comunicación personal con Dios y es por eso que cada vez que tienen tiempo o se acuerdan es cuando oran y no necesariamente en un lugar o momento determinado. Es por ello que la visita dominical al templo ha venido en desuso.
También es común escuchar que las personas se han vuelto más tolerantes hacia conocer más sobre otras denominaciones religiosas, de manera que hoy participan en grupos católicos y mañana en los evangélicos, aduciendo que finalmente es el mismo Dios y las congregaciones religiosas no son más que una forma de comunicarse o estar más cerca de él.
Estas nuevas prácticas religiosas hacen que los fieles aseguren que aunque siguen profesando su fe, son no practicantes, porque no participan de los rituales.
Frente a esta situación no es extraño que solo el 37,5% de los entrevistados indica que asiste a misa dominical, contra un 62,5% que no lo hace. En el caso de los evangélicos, el 24,5% va al culto dominical frente al 75,5% que no. Llama la atención que el 85,3% sí ora, o sea que saca un rato durante el día para esa comunicación personal con Dios.
Otro punto importante que se desprende de este estudio es que los ticos le siguen reclamando a los jerarcas de sus iglesias sus posiciones tan recalcitrantes en temas como el divorcio, embarazos asistidos, el aborto y las relaciones entre personas del mismo sexo.
En este sentido, los encuestados están divididos respecto a la posición que deben tomar sus líderes, por ejemplo: el 36,5% opina que las iglesias deben aconsejar y apoyar a las personas homosexuales para que dejen de serlo; un 34% piensa que estas deben educar a las personas creyentes sobre la diversidad sexual y un 28,2% cree que las iglesias no deben involucrarse en la vida sexual de las personas.
Finalmente, sobre el tema del estado laico, el 45,5% de los encuestados opina que debe eliminarse todo vínculo entre religión y política, no obstante están de acuerdo en que el Estado colabore en las obras sociales de las iglesias.
Es momento que las organizaciones religiosas comiencen a leer las nuevas realidades sociales y busquen cómo transformarse, para que sus feligreses no tengan a Dios como el “amuleto” que resuelve mis problemas cuando lo necesito, sino que se vuelva a vivir la fe, de la manera correcta. De lo contrario, vamos hacia el camino de tener una religión a la medida de las necesidades de cada persona.
