Un hombre mantuvo en vilo a las autoridades policiales luego de efectuar cuarto disparos desde su casa, en la cual tuvo como rehenes a su madre y una empleada por varias horas.
Este hecho aconteció en Residencial Los Anonos, Escazú, donde versiones preliminares indican que el sujeto, conocido solo como “Alejandro”, en horas de la tarde tuvo una discusión con su progenitora, con quien comparte la vivienda.
Aparentemente el agresor, de 50 años, inició una fiesta y tomó varios tragos de whisky, lo cual lo impulsó a volcarse contra el ser que le dio la vida.
Los vecinos escucharon a madre e hijo gritando y ofendiéndose de palabra, razón por la cual llamaron a las autoridades para prestarle ayuda a la señora.
Al lugar acudieron varias unidades de Fuerza Pública de Escazú, sin embargo su presencia molestó a Alejandro, quien no lo dudó para disparar en varias ocasiones desde una ventana.
Juan Carlos Arias, subdirector de la Fuerza Pública de San José, confirmó que un grupo de oficiales llegó al lugar para atender un caso de violencia doméstica y fueron recibidos a balazos, lo que originó el atrincheramiento.
Ante esta situación hubo necesidad de pedir refuerzos previendo una desgracia, especialmente porque se desconocía el estado de las dos mujeres que lo acompañaban.
Equipo del Servicio Especial de Respuesta Táctica del OIJ se hizo presente en la escena, previendo la necesidad de botar puertas para sacar al hombre. También se llamó a la Cruz Roja para atender eventuales heridos.
Horas después de ejercer presión, el sujeto accedió a dejar ir a su mamá, quien no presentaba heridas. Posteriormente la empleada salió libre, llevando consigo un arma 9 milímetros, la cual supuestamente habría sido utilizado por el hombre para disparar contra la autoridad.
Pese a esa situación, se desconocía si mantenía más armas dentro de la casa, por eso fue necesario la intervención de varios negociadores del OIJ, quienes después de hablar varios minutos con él accedió a entregarse a las autoridades.
Trascendió que Alejandro era propietario de una cadena de farmacias, las cuales vendió recientemente en ¢800 millones. Según versión de varios vecinos que optaron por el anonimato previendo represalias, el millonario solía armar fiestas escandalosas, incluso días atrás fue denunciando por alterar el orden público.
Aparte de degustar finos licores, tenía gusto por comprar carros lujosos, los cuales guardaba en varias cocheras. El detenido pasó a manos del Ministerio Público para explicar el zafarrancho en que se vio envuelto.
