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Opinión

La cátedra más importante de la Patria

El último año político ha sido vertiginoso e insospechado. Un remolino de raros acaecimientos ha puesto a girar el panorama costarricense, sin que los mismos adivinadores y gurús políticos lograran descifrarlo y menos pronosticarlo. Un desastre de gobierno encabezado por la improvisación, la pereza y la tranquila mediocridad. Cuatro renuncias electorales, fueron las bombetas que anunciaron el turno del desastre. La de un precandidato liberacionista. Dos del mismo candidato socialcristiano. La última del candidato oficialista en la segunda ronda.


La erosión de los "liderazgos" fabricados en las agencias de publicidad, ha hecho estragos en los cimientos de los añejos partidos... ya desplomados. Una campaña aburrida y despilfarradora. Basta recordar la insulsa cantaleta de "contráteme", que costó tantísimos millones de colones en desabridos anuncios. Los debates superficiales y marginales. La ausencia escandalosa de propuestas creativas para la solución de los grandes problemas nacionales. Y mientras tanto, la realidad marcada por la implacable descomposición social, la ingobernabilidad y la injusticia. La corrupción desparramada en todos los niveles, desde los alrededores de la plaza de toros hasta los hospitales.


En el centro de ese caótico remolino brotó el resultado de las elecciones del domingo. El castigo popular a la corrupción y al vacilón politiquero fue apabullante, al menos por tres razones aritméticas: La sorpresiva cantidad de votos obtenidos por don Luis Guillermo, doña Ana Helena y don Helio. Un tercio más de la meta propuesta por ellos. La ínfima votación obtenida por el partido oficialista. La más baja de la historia.


El altísimo porcentaje del abstencionismo. El mayor registrado. Esos tres datos son la clara señal de un pueblo ahíto de la charlatanería y de la incapacidad de los partidos políticos tradicionales. Así de tajante. Son los bostezos y estiradas de un pueblo que empieza a despertar. Un pueblo hastiado de tragar los somníferos recetados desde hace decenios por los politiqueros.


Dentro de cuatro semanas inicia un nuevo gobierno, entre la esperanza y la frustración, frente a enormes desafíos y con un estado resquebrajado, incapaz y caro. El mero cambio del pecho que lucirá la banda presidencial, se quedará en un frío rito, si el corazón que cubre el sagrado emblema tricolor no está plenamente comprometido con el cambio de la conciencia nacional.


Ahí está la gran esperanza con el presidente Solís. Su silla presidencial será la cátedra más importante de la Patria. Ahí enseñará a la sociedad costarricense a aprender la nueva ruta de la justicia y del progreso. Su aula universitaria se transformará en el aula de la República, sus estudiantes en su pueblo, su pizarra en sus decretos, sus clases en los discursos que señalarán el camino de la honradez y la decencia.


La economía, la educación, la salud y la seguridad son las asignaturas cruciales, que desde hace mucho tiempo, ningún gobierno ha logrado aprobar. El nuevo Presidente podrá hacerlo, si fija sus propósitos con energía y establece sus principios éticos con fuerza.


Auguro el principio de una nueva cultura derivada de la evolución de la conciencia nacional. Ahora que empezamos a despertarnos, podremos soñar con el país que heredaremos a nuestras hijas, a nuestros hijos, a nuestras nietas y a nuestros nietos. Sin descuidarnos.

 

*Abogado

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Lunes 21 Abril, 2014

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: Por: Juan Diego Castro Fernández

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