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Opinion

Crisis de valores y violencia

Opinión

Los costarricenses hemos ganado modernidad, cosmopolitismo y diversidad, pero perdimos valores que le aportan sentido a la vida, estableciendo prioridades, límites morales y reglas de conducta.

En el pasado adquiríamos en casa virtudes humanas, como la sinceridad y la obediencia, mientras la escuela suscitaba hábitos de trabajo y disciplina. Se asumía que esos hábitos eran necesarios en el proceso de maduración personal y en la preparación para la vida.

Encantados con el materialismo, privilegiamos el tener más que el ser y el hacer, abandonamos los ideales de superación colectiva, el compromiso social, y optamos por las soluciones individuales con una creciente pérdida de lazos de integración social, confinando lo colectivo al ámbito familiar o a la parcela política.

Sin duda alguna, todos hemos contribuido, de algún modo, a la crisis; no somos simples espectadores de un suceso que nos es ajeno, somos protagonistas. Nadie negaría los males que ha causado el permisivismo moral, convertido después en permisivismo educativo.

Nos desintegra una crisis moral, de un país que perdió sus valores tradicionales, la referencia a lo espiritual y que desprovista de ese soporte, sucumbe a tentadoras ofertas de confort y placer, al deseo de escalar posiciones sociales, de emular patrones de consumo de estratos altos.

La jerarquización de la escala de valores se ha trastocado a capricho. La verdad, la bondad y la belleza han dejado de estar en la cúspide de la escala axiológica desplazados por los valores económicos y utilitarios.

Nos enfocamos en hacer dinero, no importa cómo, el dinero como emblema del poder, fuente de placer, confort y estatus. Un medio para saciar expectativas de vida insostenibles, que se sitúan muy por encima de las necesidades reales, pero muy por debajo de las capacidades para generar soluciones viables.

Desde Sócrates sabemos que las virtudes no se pueden enseñar; no se transmiten como los conocimientos, por medio de la instrucción, sino que se descubren y contagian como por ósmosis, en ambientes formativos y en encuentros con personas íntegras que son modelos de identificación.

Está claro que hemos sido proclives a desvalorizar lo nuestro, mostrando una marcada tendencia a imitar modelos extranjeros, reproducir el estilo de vida de países desarrollados sin criticidad, sin cuestionamiento alguno ni posibilidad económica de costearlo para la mayoría de los segmentos sociales, y sin hacer el requerido esfuerzo para crear las bases productivas que hagan sostenibles esas aspiraciones desbordadas.

Finalmente, Costa Rica ya no es la sociedad sobria y austera de los años 80. Hoy exhibe un estilo de vida derrochador, un consumismo irresponsable, que gasta más de lo que puede y quiere vivir del crédito sin aumentar su capacidad productiva, abominando del trabajo y de la honestidad, de la austeridad y el sacrificio.

 

*Director Ejecutivo Asociación Salvemos el Río Pacuare

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Viernes 12 Abril, 2024

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