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Opinion

Cristo es nuestra fortaleza

Mons. José Rafael Quirós*

En Cristo, el Padre nos ofrece siempre la ayuda y la fortaleza que necesitamos para enfrentar los miedos y las dificultades de la vida, y como nos recuerda el Papa Francisco, “cuando el Señor nos muestra un problema, o nos revela un problema, siempre nos da la intuición, la ayuda, su presencia, para salir de él, para resolverlo” (Papa Francisco, 27 enero 2022). La fe en Cristo implica una confianza continua en su intervención en nuestras vidas, sin que esto excluya nuestra participación y responsabilidad personal.

La ayuda y la presencia de Dios no son meramente conceptos teóricos, sino realidades en la vida cotidiana. Más aún, la fuerza que nos viene de Cristo no solo proporciona consuelo espiritual, sino que también sirve como fundamento para una vida comprometida con la justicia, la compasión y la búsqueda apasionada de la verdad.

El llamado a ser fuertes en el Señor nos insta a superar los temores que puedan paralizarnos, sabiendo que su gracia es suficiente para darnos la fortaleza necesaria. Es una invitación a persistir con determinación en el camino de perfección, confiando en que el Señor está con nosotros de manera permanente, sosteniéndonos en medio de las adversidades.

Recordemos las enseñanzas de Pablo: “Fortalézcanse en el Señor con su energía y su fuerza” (Ef. 6,10). Estas palabras deben resonar como un poderoso recordatorio que nos inspire día a día.

La llamada a ser fuertes en el Señor implica reconocer que nuestra fortaleza no proviene de las propias habilidades o recursos, sino de la gracia y el poder de Dios. También implica renunciar a la idea de que podemos manejar todo por nuestra cuenta. La autosuficiencia debe dar paso a la humildad, pues esta actúa como el canal a través del cual fluye la gracia de Dios hacia nuestras vidas.

El mismo apóstol que se precia de sus debilidades para manifestar la fuerza de Cristo nos ofrece una perspectiva profunda sobre la relación entre la debilidad humana y la fuerza divina. Este reconoce, sin obstáculo alguno que, en sus propias fuerzas, es débil, pero en la gracia de Dios encuentra consuelo y fortaleza. Esta es la paradoja de la vida pues, la debilidad humana se convierte en el escenario donde la fuerza de Dios se manifiesta de manera más evidente. En momentos de fragilidad, la gracia divina se revela como fuerza transformadora. En su Hijo Dios ha asumido nuestra debilidad, para darnos fortaleza. 

Esta comprensión nos brinda un fundamento sólido para enfrentar los desafíos y superar los obstáculos que puedan surgir en nuestro camino. 

Que el Señor sea nuestra fortaleza ante las dificultades personales, familiares y sociales que vivenciamos a diario. Ser fuerte en el Señor significa enfrentar todos los obstáculos con valentía, superar el temor con confianza en su gracia y persistir con determinación en su seguimiento. Porque Él es el camino, la verdad y la vida.

 

*Arzobispo de San José

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Lunes 29 Enero, 2024

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