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Opinion

Angustia ante la muerte

Opinión

La angustia y la muerte van naturalmente unidas y es inútil, es contraproducente, reprimirlas. Hay que enfrentarlas. Y el modo de hacerlo es preguntarnos si con la muerte todo termina, si es la última palabra, el fin, o bien el principio de una nueva vida.

Para nosotros, los cristianos, la doctrina sobre la muerte la hallamos fundamentalmente en el Evangelio. En San Mateo y San Marcos, el ángel de la resurrección se dirige a las mujeres con estas palabras: “No temáis”. Después de partir del sepulcro, cuando van corriendo a contar a los discípulos la buena noticia de la resurrección, el propio Resucitado sale a su encuentro. Ellas se postran ante Él y besan sus pies. Entonces Jesús les dice: “No temáis. Id, avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán” (Mateo 26,10). Estas palabras, si se tiene fe cristiana, nos invitan a superar la angustia que naturalmente se siente ante la muerte.

En el caso de Marcos ocurre algo semejante. El ángel les asegura a las mujeres: “¡No os asustéis!”, aunque de momento, “ellas salieron huyendo del sepulcro, pues un gran temblor y espanto se había apoderado de ellas, y no dijeron nada a nadie porque tenían miedo” (Marcos 16,8). Ahora bien y como afirma un comentarista, “este miedo no es fruto de la angustia por la muerte, sino del encuentro con el misterio de la resurrección” porque es “el modo en que Jesús vence a la muerte es y seguirá siendo un misterio. Y nosotros para comprender este misterio, debemos experimentar continuamente la angustia, el temor y el temblor de las mujeres del Evangelio”. Lo que hay que aceptar -añado yo- como parte de ese misterio, algo que se nos irá revelando poco a poco y sin dejar de ser misterio.

En Lucas y Juan, el Resucitado no saluda a los discípulos con el “¡No temáis!” sino con palabras de paz: “¡La paz con vosotros!” (Lucas 24,36; Juan 20,19.21,26). También Lucas nota que los discípulos “se sobresaltaron y sintieron una gran angustia, porque creían ver un espíritu” (Lucas 24,37). Pero en Lucas y Juan, Jesús calma su angustia deseándoles la paz. La paz pascual, experimentada vivamente en nosotros, acabará con la angustia. En efecto, por la fe en la resurrección pasamos de las tinieblas a la luz, de la muerte a la vida, de la tristeza a la alegría, de la angustia a la libertad, la seguridad y la paz.

Todo ello lo actualizamos y vivimos en la celebración eucarística con la presencia sacramental de Jesús vivo, muerto y resucitado. Por eso es tan importante vivir, especialmente el domingo, la Eucaristía como reafirmación de nuestra fe en la victoria, en Cristo y en nosotros, de la luz sobre las tinieblas, la vida sobre la muerte, la alegría sobre la tristeza, la paz sobre la angustia. Y si así procedemos, la angustia no prevalecerá en nosotros sino la confianza y la paz.

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Sábado 13 Enero, 2024

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