Confianza y seguridad

Opinión

¿Quién no ha leído o escuchado alguna vez el relato de la pesca milagrosa? Vea Lucas 5,1-11. Ante el evidente hecho, Simón Pedro se echa a los pies de Jesús y se declara un “hombre pecador” (Lucas 5,8), es decir, abrumado por su insignificancia y la santidad y poder del Señor. Jesús lo levanta de su postración: “No temas. Desde ahora serás pescador de hombres” (Lucas 5,10).

A propósito, y para ayudar a Pedro a superar su situación de confrontación angustiante, su sentirse tan poca cosa y al mismo tiempo fascinado por el Maestro, Jesús no solo le dice que no tema, sino que le encomienda una tarea, lo que contribuye a que Pedro se reafirme en la confianza y seguridad que necesita para llevarla a cabo, a pesar de su incapacidad y pecado.

Es su caso y el mío y el de todos. Necesitamos de alguien que se fije en nosotros, crea que merecemos la pena, nos infunda confianza en nosotros mismos y nos asocie a una misión que nos atraiga y dé sentido a lo que somos y hacemos. Y todo es beneficio: dejarnos de girar en torno a nosotros mismos y ponernos manos a la obra. Y, al hacerlo olvidados de nosotros, crecemos con ella.

Todos, creyentes y no creyentes, atrav esamos frecuentemente situaciones difíciles que, si no acertamos en el darle solución, nos pueden afectar negativamente. Claro, que en estos trances ayuda mucho la fe en un Ser superior.

Los psicólogos observan que el niño recibe de la madre la experiencia de la confianza originaria en la vida; y recibe del padre el valor para afrontar la existencia y manejarse.

Pero advierten inmediatamente que ni esa confianza originaria ni ese valor garantizan que el niño no sea presa de la inseguridad, y hasta de la angustia. De hecho, el niño se mueve, en la práctica, entre los límites de la seguridad y la indefensión, mientras anhela estar seguro en los brazos de su madre y experimentar la valentía y solidez que le da el padre.

No obstante, se angustia ante la posibilidad de verse privado de ambos. La separación que supuso el nacimiento se puede convertir en algo patológico, en una especie de sombra que lo suma en el miedo, el desamparo y la soledad.

Los psicólogos también observan que cuanto antes se experimenten los miedos como amenazadores en la infancia, tanto más difícil resulta apartarse de ellos. Por lo mismo y cuanto antes también hay que percatarse del posible origen de esos miedos que provocan angustia y sus funestas consecuencias. No hay que echar en olvido el principio de que lo que se aprende se puede desaprender: las malas experiencias de desconfianza e inseguridad, los miedos, se pueden vencer con el recuerdo de otras de signo contrario.

PERIODISTA: Redacción Diario Extra

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Sábado 29 Julio, 2023

HORA: 12:00 AM