Domingo 19, Mayo 2024

  • Pronóstico del tiempo

    ° / ° San José, CR

  • Pronóstico del tiempo

    ° / ° Alajuela, CR

  • Pronóstico del tiempo

    ° / ° Cartago, CR

  • Pronóstico del tiempo

    ° / ° Heredia, CR

  • Pronóstico del tiempo

    ° / ° Limón, CR

  • Pronóstico del tiempo

    ° / ° Guanacaste, CR

  • Pronóstico del tiempo

    ° / ° Puntarenas, CR

Opinion

Las sombras del país que quiso medir la felicidad

Jacobo Schifter

Costa Rica nunca ha ocupado el primer lugar en el Reporte Mundial de Felicidad desde su primera edición en el 2006. Según este, difundido en marzo, estamos en el puesto 23 entre 137 países.
¿Debemos aspirar a ser el país más feliz del mundo (actualmente lo es Finlandia)?
Es mejor que lo pensemos porque medir la felicidad llevaría a Bután a la mayor infelicidad. Bután, oficialmente Reino de Bután, es un país del sur de Asia ubicado en la cordillera del Himalaya y sin salida al mar. Limita al norte con la República Popular China y al sur con la India. Se trata de una nación regida por una monarquía constitucional, cuyos órganos y sede de gobierno se hallan en la capital, Timbu. Con una superficie de 40.994 km² y una población inferior a los 800.000 habitantes, Bután es uno de las países más pequeños y con menos población del planeta.
En 1972, el rey Jigme Singye Wanhuck propuso, ante las críticas de que su país era pobre, el índice de Felicidad Nacional Bruta (FNB) para medir la calidad de vida. Esto para no basarse en factores solo económicos como el Producto Interno Bruto (PIB). El FNB, basado en principios budistas, mide la igualdad en el desarrollo, la preservación de la cultura, la espiritualidad y la conservación del ambiente, como factores que ayudan a la felicidad de un pueblo.
La encuesta encontró que los habitantes estaban felices. Pero no totalmente. Había un pequeño obstáculo para que los butaneses fueran totalmente felices: la minoría nepalesa y la cristiana. Estas dos pequeñas poblaciones eran vistas como elementos nocivos y el rey decidió, para hacer realmente felices a sus súbditos, una limpieza étnica.
El Gobierno quería, sin embargo, no manchar su índice de felicidad: las purgas y las expulsiones no podían entristecer a los perseguidos. Según una víctima: “la policía nos obligaba a firmar la deportación y a sonreír ante las cámaras para que nadie dijera que nos íbamos a la fuerza”.
Hoy día 108.000 refugiados butaneses viven en siete campos de refugiados en Nepal. A ninguno se le ha permitido regresar. A los cristianos, no les ha ido nada mejor.
Pronto, la armonía y la tranquilidad del país se vería comprometida con las primeras bombas terroristas en la capital, Thimpu y en tres otros sitios. El Gobierno acusa a los refugiados nepaleses. El grupo guerrillero Frente Unido Revolucionario de Bután se responsabilizó de los atentados y advirtió al régimen de que debe ser inclusivo y democrático y que el fin del terrorismo se dará solo cuando los grupos expulsados regresen al país.
Bután ya no es tan feliz. La lección que aprendió es que la felicidad y los deseos de la mayoría, sin respetar los derechos de las minorías, no nos tendrá tan contentos.

PERIODISTA:

EMAIL:

Martes 18 Julio, 2023

HORA: 12:00 AM

Enviar noticia por correo electrónico

SIGUIENTE NOTICIA

ÚLTIMA HORA