Inclusión laboral
Tinta con sentido
El New York Times, uno de los periódicos más prestigiosos de los Estados Unidos, publicó recientemente un interesante artículo sobre los museos de los niños en la Unión Americana, en el que resaltan cómo estas instituciones están ampliando su oferta laboral para jóvenes con capacidades y condiciones distintas, con problemas de salud mental o trastornos de aprendizaje, todo con el fin de brindarles una oportunidad de crecimiento e inclusión.
Connor Carey, un chico de 15 años con dislexia severa, habla de la experiencia y los beneficios que obtuvo después de trabajar en el museo de Fort Lauderdale. “El trabajo me enseñó habilidades para hablar en público y me ayudó a sentirme mejor conmigo mismo. Ha hecho que yo quiera estudiar ciencias marinas y tal vez me convierta en un abogado ambientalista.”. La dislexia, además de la dificultad para poder leer correctamente, le producía una gran inseguridad en sí mismo y falta de habilidades sociales para desenvolverse. En la actualidad pasa los fines de semana como guía del museo enseñando a los visitantes sobre distintos temas.
En Costa Rica, el Museo de los Niños ha tenido la bendición de contar con funcionarios con capacidades distintas desde el primer día, hace ya 29 años. Laurita Bolaños fue la primera en acompañarnos, después de ella han sido muchos los que han trabajado para la institución, algunos dentro del espectro autista como Manuel, doña Mayela que, envuelta en el silencio, realiza su incansable labor mientras sonríe a quienes la topamos en patios y pasillos y cómo olvidar a Karina y su hermoso perro guía, a Priscila o Luis Fernando.
Y Andrea, con Síndrome de Down, que además de trabajar con nosotros nos ha demostrado su gran espíritu de superación convirtiéndose en una de las voceras de la Fundación Yo Puedo y Vos.
Al igual que a Connor Carey, la institución les ha abierto la puerta, pero en realidad han sido ellos los que han cambiado nuestras vidas y nos han permitido aprender de su coraje, de su fuerza de voluntad, de su capacidad para superar los retos con capacidades distintas y, sobre todo, de su determinación para nunca darse por vencidos.
Gracias a ellos, en el Museo hemos aprendido ser más solidarios, empáticos e inclusivos. Hemos aprendido que hay muchas formas de ver el mundo y que de todas se puede sacar una enseñanza; hemos aprendido de su capacidad para crear fuertes lazos de amistas, de su sinceridad e inocencia.
Cuando se piensa en inclusión laboral para las personas con capacidades distintas solemos caer en el error de pensar que la incorporación los beneficia solo a ellos, ese es un error. La inclusión, como lo hemos vivido en el Museo, nos hace mejores personas a todos y nos brinda oportunidad de entender nuestras propias limitaciones.
Más del 18% de la población costarricense mayor de 18 años está compuesta de personas con discapacidad y el 60% de ellas se encuentran desocupadas. No existe una política para la inclusión laboral de estas personas y los empleadores no cuentan con información fidedigna que les pueda orientar sobre las repercusiones de contratarlos, los desafíos y las inversiones que tiene que realizar para adaptar plantas físicas e impartir capacitación tanto para los viejos empleados como para los nuevos, por mencionar algunos retos.
El tema laboral de las personas con capacidades distintas va más allá de un tema de inclusión o modelo de rehabilitación, es un tema de derechos humanos que nos obliga, de acuerdo con la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad de las Naciones Unidas, a abrir las oportunidades en forma equitativa, valorando más sus capacidades, eliminando barreras y propiciando un mayor respeto.
En pleno siglo XXI la inclusión laboral es una deuda pendiente que debemos saldar como sociedad y el Estado debe hacer su parte sentando las bases de una política de verdadera oportunidad laboral para todos.
