Sábado 18, Mayo 2024

  • Pronóstico del tiempo

    ° / ° San José, CR

  • Pronóstico del tiempo

    ° / ° Alajuela, CR

  • Pronóstico del tiempo

    ° / ° Cartago, CR

  • Pronóstico del tiempo

    ° / ° Heredia, CR

  • Pronóstico del tiempo

    ° / ° Limón, CR

  • Pronóstico del tiempo

    ° / ° Guanacaste, CR

  • Pronóstico del tiempo

    ° / ° Puntarenas, CR

Opinion

Maníacos-depresivos

Juan Luis Mendoza

La palabra manía, de donde viene “maníaco”, no significa aquí idea fija u obsesiva sino que se refiere a un estado de excitación o exaltación psíquica. Y, como la define el P. Larrañaga, “la psicosis maníaco-depresiva es una violenta alteración tímica (timo: glándula de detrás del esternón), un brusco altibajo de la vitalidad”. En ese sentido, los maníacos viven una explosiva alegría en momentos en que otros -por lo mismo- se deprimen totalmente.

En general, las personas maníacas pasan, en un movimiento circular y cíclico, de la euforia a la depresión y de la depresión a la euforia, y esto de manera brusca. La exaltación es delirante y la depresión sumamente sombría.

La vida del maníaco va pasando sucesivamente de la tristeza a la alegría, de la inhibición a la exaltación, de la angustia al éxtasis, de la desesperanza a la esperanza invencible, de la desgana a una euforia casi furiosa.

El estar, por ratos, alegres y, por ratos, tristes, es algo normal; le puede acaecer a cualquiera. “La depresión, en cambio, añade el P. Larrañaga, posee una naturaleza muy diferente, y se caracteriza por un profundo y prolongado abatimiento. El deprimido pierde, más o menos fácilmente, sus facultades de comunicación. Le acompaña también un intenso dolor moral, que los demás, por lo general, apenas comprenden, y una total impotencia para cualquier iniciativa de cara al futuro. En la mayoría de los casos, los deprimidos reviven los hechos más sombríos de su pasado, lo que les produce sentimientos de culpabilidad. Todo intento o esfuerzo psicomotor está destinado al fracaso. Lo que más molesta a los deprimidos es la incomprensión de quienes les rodean, pues no llegan a darse cuenta de la verdadera situación del mal que padecen”.

Con la depresión desaparece el gusto por todo, incluso por las relaciones afectuosas, antes tan placenteras y gratas. Desaparece el sueño tranquilo y reparador; si se duerme, se duerme mal y el insomnio se puebla de oscuros recuerdos y obsesiones.

Lo que más afecta al deprimido es la ansiedad. La ansiedad puede incluso llevarle al deseo de morir y hasta la muerte misma, por el suicidio. La depresión es un mal que se apodera de todo el organismo y se manifiesta en todo: la mirada, la voz, los gestos. Quien padece de depresión se halla en un estado verdaderamente lamentable.

Los sentimientos de tristeza, inhibición y desesperanza son los síntomas más claros del estado de depresión. El deprimido padece una tristeza mortal sin motivo alguno; una tristeza “pasiva” que afecta incluso al mismo cuerpo, pues que todo el ser humano queda sumido en la impotencia y desaliento. Cabe, en algunos casos, una tristeza “activa” en la que la reacción de lamento es ahogada pronto por la “resignación” y la desesperanza.

Otro síntoma del que es víctima de la depresión es la inhibición, que consiste en la inmovilidad e inercia a las que se ve sometido. Todo se paraliza. Es una especie de muerte del sistema psicomotor. Mueren la alegría, el humor, el impulso sexual, la gana, el hambre. Todo le resulta indiferente. El deprimido no hace plan alguno, no actúa; se sumerge en la pasividad. Ni llorar puede, a no ser hacia adentro. Lo peor de todo es que el deprimido ni ganas tiene de salir de donde está. Tan incapaz se siente que hasta hay casos en los que, deseando morir, son incapaces de suicidarse.

Frente a muchos deprimidos, también el que se propone brindar ayuda es incapaz de hacer nada porque falta en ellos, los deprimidos, la más elemental respuesta. “Es, dice muy gráficamente el P. Larrañaga, como poner una inyección de vitaminas a un cadáver”.

La depresión tiene cura. Ante todo están los medicamentos que sabiamente usados contribuyen con gran eficacia a la salud del enfermo de depresión. También puede significar una considerable ayuda la familia del paciente. ¿Cómo hacer? Los familiares han de estar atentos al desarrollo de la crisis depresiva para que, a buen tiempo, quien la padece busque la ayuda de un especialista. Los mismos familiares se han de ocupar de que el enfermo, con puntualidad y constancia, tome los medicamentos y ponga en práctica lo indicado por el médico. Aún han de hacer otra cosa los familiares: mostrar al enfermo gran paciencia, dedicación y amor.

Y ¿el paciente? Ante todo ha de identificar cuanto antes el mal, grave o leve. Si es leve, no hay por qué angustiarse, pues se trata de algo que “pasa”. Si sobre su cielo se cierne la amenaza de un mal grave, no hay que dejarse estar; hay que afrontarlo hasta donde se pueda con decisión y fuerza. La “autosugestión” es un arma formidable para conjurar males. Hay que usarla. Con la autosugestión tiene que ver aquello de “cada cual ha de salvarse a sí mismo”. En lo más álgido de la crisis hay que procurarse paciencia, revitalizarlo todo, descansar, no descuidar las medicinas, no perder la esperanza… Dentro ya de la normalidad hay que armarse con los criterios que lo llevan a uno a la paz con la que hay que ir asumiendo a cada paso el misterio de la existencia humana.

PERIODISTA:

EMAIL:

Sábado 16 Abril, 2016

HORA: 12:00 AM

Enviar noticia por correo electrónico

SIGUIENTE NOTICIA

ÚLTIMA HORA