El tsunami del desempleo ya es una emergencia
Editorial
El cierre de la cadena de comidas rápidas Burger King sin lugar a dudas es alarmante, pero no solo por ser una empresa de renombre sino también porque significa más de 400 personas sin empleo.
Este gran grupo de personas que inició la semana con el trago amargo de salir con sus cosas al hombro del lugar que les brindó un salario y cierta estabilidad por mucho tiempo se suma a los miles que tienen meses o años estancados en esa situación.
El desempleo llegó a Costa Rica como un tsunami del cual los más vulnerables no pudieron salvarse, esa gran ola que ahoga cada día a quienes deben mantener a sus hijos y siguen pulseando un lugar donde ganarse los frijoles, pese a que muchos incluso tienen bajo el brazo títulos y reconocimientos por sus estudios.
De que nos ahoga, nos ahoga, queda claro en los números cuando pasamos de una cifra que rondaba el 7% de personas sin trabajo en 2012 a más del 10% de nuestra población sufriendo ante la necesidad de formar parte de la población económicamente activa.
Recurrir a viejos empleos mal pagados, aceptar que le bajen el salario ante la necesidad de no ser despedidos o hasta aceptar una miseria por horarios extenuantes es fiel reflejo de la cruda realidad que vivimos en Costa Rica ante la crisis que nos abraza y se niega a soltarnos. Para muchos no queda más que aceptar esas condiciones con tal de no quedarse sin el santo y sin la limosna.
Pese a que existen mil excusas para lo que estamos viviendo, no hay una respuesta clara en cuanto a una solución que nos sirva de flotador para sobrevivir al tsunami que amenaza con seguir inundando cada kilómetro de la fuerza laboral.
Un desajuste en la oferta y demanda del sector empresarial, poco personal técnico calificado y gran parte de la población sin secundaria concluida son los elementos que supuestamente tienen en la calle a más de 228 mil personas, a la espera de ser llamadas tras dejar currículum en cuanta feria anuncien o en el primer lugar donde encuentren un rótulo de “Se solicita personal”.
Los altos costos de producción, impuestos y otros elementos como elevadas tarifas de consumo hicieron que las empresas de capital extranjero dejaran de ver a Costa Rica como un buen lugar para establecerse para calificarla como una de las menos rentables en el área, provocando que países como Nicaragua y El Salvador nos arrebaten millones de dólares que esos monstruos de la industria invierten en su producción.
No podemos darnos el lujo de ponernos a pedir como desquiciados sumas estratosféricas por facturación a estas empresas que generan empleo, somos un 20% más caros para producir que la mayoría de los países latinoamericanos.
Lo peor del caso es que el panorama pinta cada vez más oscuro, pues según datos de la Unión Costarricense de Cámaras y Asociaciones del Sector Empresarial Privado (Uccaep), el 78% de las empresas instaladas en el territorio nacional no tiene planes de expandirse ni abrir más puestos.
Esto debería hacernos poner los pies sobre la tierra, abrir los ojos y mirar la realidad ante la que estamos porque el tema del desempleo ya no es un mal que nos aqueja sino una pandemia que nos tiene en estado de emergencia, de la cual debemos salir cuanto antes si no queremos acabar en una crisis severa.
Al mencionar las transnacionales Wendy’s, Bagelmen’s, Intel, Bank of América, Ichiban, Hotel La Condesa, Hotel Europa, Cartex, Banco Cathay y ahora Burger King nos damos cuenta que en menos de dos años el desempleo no metió los guantazos y nos tiene en la lona con pocas esperanzas de levantarnos; lo malo es que, sin afán de asustar a nadie, los rumores de más cierres corren por los despachos de altos funcionarios.
