Una bella figura pastoril de la vida cotidiana del pueblo de Israel asume nuestro Señor Jesucristo para expresar su misión salvadora: “Yo soy el buen pastor”. “El buen pastor da su vida por las ovejas” (Juan 10, 11), palabras que nos remiten, nuevamente, a su pasión y muerte, pues con un amor incondicional se ofreció, hasta la muerte por todos nosotros. Él, muriendo en la cruz, da la vida por sus ovejas.
Es Buen Pastor porque establece una profunda relación con su rebaño. “A sus ovejas las llama una por una y las saca fuera (…) Y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz” (Jn 10, 3-4). Por su parte, la actitud del rebaño hacia el Buen Pastor, Cristo, se nos resume con dos verbos: escuchar y seguir. Quien sigue al Señor, ante todo, escucha su Palabra, de la que nace y se alimenta la fe. Sólo quien está atento a la voz del Señor es capaz de tomar sabias y correctas decisiones para actuar según Dios.
La tarea pastoral de la Iglesia es una prolongación del amor de Jesús, el Buen Pastor. De ahí que la Jornada Mundial por las Vocaciones surge al recordar la necesidad de contar con pastores en la Iglesia, que sean fieles y sabios al desempeñar su ministerio.
Invito al pueblo de Dios a pedir al Señor, para que obispos y presbíteros, según su corazón, alimentemos con el Pan de la palabra y la Mesa de su Cuerpo y Sangre al rebaño confiado. Y que también estemos dispuestos a ser “siempre canales del consuelo del Señor y testigos gozosos del Evangelio; profecía de paz en las espirales de la violencia; discípulos del Amor dispuestos a curar las heridas de los pobres y de los que sufren” (Papa Francisco, 2 febrero 2023).
Al respecto el Papa Francisco nos enseña: “Recordemos que, si vivimos para ‘servirnos’ del pueblo en vez de ‘servir’ al pueblo, el sacerdocio y la vida consagrada se vuelven estériles. No se trata de un trabajo para ganar dinero o tener una posición social, ni tampoco para resolver la situación de la familia de origen, sino que se trata de ser signos de la presencia de Cristo, de su amor incondicional; del perdón con el que quiere reconciliarnos; de la compasión con la que quiere hacerse cargo de los pobres. Nosotros fuimos llamados para ofrecer la vida por los hermanos y las hermanas, llevándolos a Jesús, el único que cura las heridas del corazón” (Ídem).
Pidamos al Señor para que siga fortaleciendo a la inmensa mayoría de los pastores, que están entregando con verdadera generosidad su vida a favor del Rebaño, dando verdadero ejemplo y viviendo conforme a la voluntad de Dios.
¡Buen Pastor, fortalece a los que has llamado, ayúdalos a crecer en amor y santidad para que respondan plenamente a su vocación!