Desde hace varios días, nuestro país se muestra convulso ante un anuncio realizado por el Poder Ejecutivo en el marco de sus primeros 100 días de gobierno, se trata de la idea de vender el Banco de Costa Rica (BCR) y otras instituciones.
Como siempre, existe mucha gente a favor y otro sector importante en contra, pero también están los que se encuentran en medio de las dos opiniones y no afirman de buenas a primeras si la consideran una buena o mala idea, pero por lo menos aducen que se debe estudiar y analizar si dicha acción implicará un beneficio o un perjuicio para el país.
Vender los activos estatales no es cosa sencilla y por supuesto levantará suspicacias. Los primeros en brincar fueron los diputados, quienes se mostraron con bastantes dudas sobre estos temas porque la idea es aprobar cosas que traigan beneficios para la población y no más bien perjuicios.
Una de las situaciones más preocupantes en torno a la venta del BCR, por ejemplo, es qué irá a pasar con los funcionarios de esta entidad financiera, porque fijo, si los despiden, habrá que liquidar y entonces tocará saber si se tiene el dinero para hacerlo.
Además, no podemos perder de vista que todos los empleados del banco que liquiden vendrán a engrosar la enorme lista de desempleados de este país, entonces no estaríamos avanzando nada en ese rubro.
Asimismo, se debe ser realistas, en caso de que se presente el proyecto no quiere decir que hoy entra a la corriente legislativa y mañana está vendido el banco, tampoco la idea es comerciarnos al mejor postor.
La gente que tiene dinero en dicha institución no debe correr a sacar su plata, porque no la va a perder, y más bien esos movimientos guiados por el pánico sí podrían afectar al BCR.
Se debe actuar de manera inteligente y si al fin y al cabo vamos a vender entonces el dinero que entre a las arcas del Estado solucionará un poco la crisis económica que aqueja a Costa Rica.
Pero tampoco se trata de tapar un hueco y destapar otro, porque si no por algún lado nos va a salir la jarana, dirían los abuelos, lo pertinente es meditar conscientemente las posibilidades que tenemos y los panoramas para tomar la decisión más acertada.
Ante el escenario en el que nos encontramos actualmente, no queda más que esperar el texto que saldrá desde Casa Presidencial y que irá hasta la Asamblea Legislativa para conocer la viabilidad de dicho proyecto.
No es un tema de decir que estamos en contra o favor si ni tan siquiera se ha redactado la iniciativa, no hay nada presentado ni se conoce el fondo, por lo que hay que darle tiempo al tiempo.
Y ojalá los padres de la patria revisen de manera concienzuda el texto para ver si de verdad traerá beneficios para el país o solo para algunos y que dejemos de lado ser oposición en el sentido de que, si el proyecto será bueno para Tiquicia, que ocupa salir del bache en el que nos dejaron metidos, entonces se le debe dar luz verde.
Los diputados deben entender que hay momentos para hacer oposición y otros para trabajar por el bien del país, democratizar y buscar una solución para las crisis del Estado costarricense, que en gran parte se originan en el plano económico, porque lamentablemente las decisiones del pasado nos tienen estancados.
Estamos como en una casa donde sus miembros trabajan mucho pero cuando llega el salario todo está comprometido y mes a mes debemos tomar dinero de donde no lo tenemos para hacerle frente a los gastos fijos. Entonces no queda más que zocarse la faja, ir eliminando los excesos y los imprevistos para ir poco a poco bajando las cuentas que tenemos tanto acá como en el exterior.