Solo quien transita a diario por el cantón central de San José puede percatarse de cómo viene aumentando la indigencia. Lo más preocupante del asunto consiste en que cada vez los “habitantes de la calle” son más jóvenes.
Y desgraciadamente hay expertos que hablan de narcóticos tan potentes que con solo probarlos una vez pueden hacer que un adolescente se consuma en el oscuro mundo de la drogadicción.
Muchos transeúntes pueden preguntarse dónde estarán sus padres, sin embargo, también debiera saltar la duda de si el Estado juega un rol para sacar a estas personas de las garras de dicho flagelo.
La Municipalidad de San José dice abiertamente no tener dinero para emprender este trabajo y aquí lo que urge es una articulación de distintas entidades para la rehabilitación de quienes caen en el abismo de la adicción a las drogas.
Si bien puede considerarse un tema de humanidad, no se trata de mantener a los habitantes de la calle, sino de ejecutar programas que puedan rescatarlos y, por qué no, rehabilitarlos.
Desde luego, no es tarea fácil y muchos dirán que no hay esperanza, sin embargo, al menos debería hacerse el intento con quienes tengan un menor tiempo deambulando.
¿Debería ser el Patronato Nacional de la Infancia (PANI)? ¿O el Instituto Nacional de Alcoholismo y Farmacodependencia (IAFA)? ¿O alguna fundación con apoyo público?
Bien hace el alcalde josefino electo Diego Miranda al indicar que esto es un asunto interinstitucional que incluso toca al Instituto Costarricense sobre Drogas (ICD) y a la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS).
Resulta realmente doloroso ver cómo adolescentes, casi niños, aparecen a diario en las aceras pidiendo un pedazo de pan, un café o algo con qué satisfacer el hambre.
Ciertamente existen quienes ya decidieron adoptar este medio de vida, si así se le puede llamar, no obstante, nos parece que muchos otros podrían salir de las calles si hubiera algún programa específico enfocado en conseguirlo.
Y aun cuando hablamos de San José porque es el lugar más conocido, esta es una realidad que ya toca a otros cantones y distritos del país, donde todavía parece raro encontrar a una persona durmiendo en la acera.
Las drogas no conocen de edades ni de lugares de residencia, y si no tomamos medidas como sociedad poco a poco serán más los sitios donde habrá que lidiar con la problemática.
Aquí no se trata de poner centros de dormitorio, sino de crear planes de reinserción tanto para el tratamiento de drogas como para conseguir un trabajo y así devolver la dignidad a estas personas.
Dicen la verdad desde la iniciativa Chepe se baña cuando aseveran que si el problema no se documenta no tendrá solución y al día de hoy no parece haber ninguna entidad encargada de sacar una radiografía sobre cómo está dicha situación.
El crecimiento en la cantidad de indigentes que mencionamos parte de la observación, pues basta con caminar por San José para darnos cuenta de cómo este fenómeno crece sin que nadie tome acciones al respecto.
Tenemos un reto como país y corresponde buscar soluciones para atender un flagelo que está acabando con nuestros jóvenes, quienes terminan vagando sin un nombre ni asomo de identidad. Es hora de hacer algo por ellos.