En un mundo donde la competitividad global define el destino económico de las naciones, Costa Rica se encuentra en un punto decisivo. La iniciativa que busca implementar las jornadas laborales 4×3 se traba en los pasillos del Congreso mientras nuestros competidores regionales avanzan con determinación hacia esquemas laborales más flexibles y atractivos para la inversión extranjera.
Las recientes declaraciones del ministro de Comercio Exterior, Manuel Tovar, ante las jefaturas de fracción del Congreso, no podrían ser más claras ni más urgentes. Esta postergación no solo afecta nuestra capacidad de generar riqueza como país, sino que está poniendo en riesgo real la creación de miles de nuevos empleos que Costa Rica necesita desesperadamente, en especial para mujeres y jóvenes.
El panorama es preocupante. Según lo expuesto por Laura López, gerente general de Procomer, las empresas han perdido hasta un 25% de su capacidad operativa por la falta de horarios flexibles para producir. Más alarmante aún es el hecho de que hay compañías dispuestas a generar hasta 6.000 nuevos empleos, pero están condicionadas a la implementación de estos esquemas laborales modernos. La pregunta se hace inevitable: ¿podemos darnos el lujo de rechazar estas posibilidades?
Y nuestros vecinos regionales no están esperando. República Dominicana, El Salvador y Guatemala ya se posicionan como destinos atractivos para estas inversiones. Cada día que nuestros diputados postergan la decisión sobre este proyecto es un lapso en que dichas oportunidades de desarrollo económico podrían estar dirigiéndose hacia otras naciones de la región.
Las “jornadas excepcionales” propuestas en el expediente no son un capricho empresarial sino una necesidad operativa para industrias que requieren funcionar 24/7 en un mundo globalizado. Este esquema no solo beneficiaría a las zonas francas y al sector manufacturero, sino que podría convertirse en la llave para atraer nueva inversión extranjera que tanto se necesita para dinamizar la economía. Es comprensible que existan voces escépticas desde los sectores sindicales y académicos, todo cambio genera resistencia. Sin embargo, en un entorno internacional cada vez más complejo y competitivo, la adaptabilidad no es una opción, sino una necesidad. El llamado del ministro Tovar a que los congresistas “hagan historia” y demuestren su patriotismo no es retórica vacía, se trata de un recordatorio de la responsabilidad que tienen en sus manos.
La proposición ya cuenta con el visto bueno de la Comisión de Asuntos Jurídicos y tiene aprobada la vía rápida, pero las mociones pendientes y posibles consultas ante la Sala Constitucional amenazan con seguir retrasando su camino a convertirse en Ley de la República.