Ya ha quedado ampliamente demostrado, sobre todo a partir de la emergencia en la vida política nacional del multipartidismo, que ningún partido político puede por sí solo dirigir los destinos del país y resolver con acierto los problemas fundamentales que afectan a la nación y a la población. En última instancia, todos los partidos son minoritarios. Unos más, otros menos, pero minoritarios al fin.
En ese contexto, el planteamiento de promover una unidad nacional tiene fundamento y cobra amplia vigencia, habida cuenta de que cada vez resulta más difícil construir acuerdos que permitan avanzar.
Desde asuntos que tienen que ver con desarrollo nacional y bienestar popular, hasta el traído y llevado reglamento legislativo, todo está circunscrito a esta realidad caracterizada por el disenso, porque el poder está muy repartido, por voluntad soberana del pueblo, y resulta altamente difícil coincidir.
El expediente más usado, sobre todo en los últimos años, es el de recurrir a la negociación fácil, generalmente fundada en conquistar votos a cambio de dádivas para aprobar un proyecto específico o ganar una elección; pero ese esfuerzo, a menudo tramitado tras bambalinas, se agota en el corto plazo y no da réditos para gobernar.
Es en este contexto que el planteamiento de unidad nacional, como suma de voluntades para abrir senderos sostenibles de gobernabilidad, ha ido calando en sectores de la política nacional, y también de la sociedad civil. No obstante, todavía se observan vacíos y diferencias importantes sobre el fondo del tema y la vía para impulsar y alcanzar tan importante cometido.
La campaña electoral es terreno fértil para lanzar al debate un planteamiento de esa naturaleza, pero al mismo tiempo es un período complicado y difícil, en el tanto es el momento en que más afloran las diferencias y enfrentamientos entre partidos, y también las suspicacias, en muchos casos fundadas, sobre las razones reales que puedan estar gravitando en el subsuelo de determinados planteamientos como el que nos ocupa.
Pese a ello, la necesidad de una unidad nacional es todo un reto para los sectores políticos y la ciudadanía en general, que es oportuno abordar con madurez y colectivamente, y no solo como inquietud de determinado candidato o partido político, y sería altamente valioso que particularmente los medios de comunicación incorporen ese tema en su agenda de debates o en entrevistas.
Integrar propuestas. Entendida en su cabal dimensión, la unidad nacional va muchísimo más allá de simplemente designar en un gabinete de gobierno a unos cuantos representantes de partidos de oposición. Esto no es malo, pero sí muy insuficiente. Más importante aun resulta interrogar a los candidatos sobre su disposición a incorporar en una agenda de gobierno propuestas de los partidos opositores que puedan enriquecer una visión y gestión de unidad nacional.
A nivel operativo, y en la misma línea de asumir compromisos públicos antes de las elecciones, también es válido conocer la disposición de los candidatos a conformar un consejo asesor presidencial, con representantes de los partidos que alcanzaren cuota parlamentaria, sugeridos por los propios partidos, y también integrar en el equipo de gobierno a figuras de esos partidos.
Otro tema relevante, en el marco de echar a andar una unidad nacional, es indagarlos sobre la disposición de los candidatos a asumir un compromiso público de influir en sus respectivas bancadas para que acepten darle trámite prioritario a determinados proyectos de interés del Poder Ejecutivo, particularmente los que hubieren sido parte de la oferta electoral del candidato ganador.
Estas y otras iniciativas que puedan surgir del debate público resultan necesarias de implementar, si se está hablando seriamente de unidad nacional, y si se quiere en verdad emprender una gestión de gobierno con esas características.
Hablar de unidad nacional en serio y de manera pública sería una contribución sustantiva para elevar el nivel del debate político-electoral y obligaría a los candidatos a definirse de manera transparente sobre uno de los retos más importantes de la Costa Rica de nuestro tiempo.
*Asesor parlamentario