En Costa Rica pocas actividades nos hermanan con tanta pasión como lo hace el fútbol. No solo seguimos con frenesí los partidos del torneo local, también sufrimos cada vez que se inicia el proceso de eliminatorias para ir a un mundial. Cuando hemos logrado asistir, ha sido una fiesta nacional; y cuando no, un sufrimiento indescriptible.
Ahora nos encontramos en el proceso para tratar de obtener un espacio en el mundial del próximo año en Brasil y como país en un coro único nos unimos en ansias, expectativas, apoyo y buenos deseos para un equipo que es de todas y todos.
Claro, porque la Selección Nacional es justamente eso, el equipo de cada costarricense y no el de unos cuantos que puedan pagar precios exagerados y caprichosos cuando se juega en el Estadio Nacional, que al ser un bien público, también nos pertenece a todas y todos.
Por esa razón, como Defensoría de los Habitantes, con urgencia hemos solicitado a la Comisión Nacional del Consumidor su intervención inmediata y a la Federación Costarricense de Fútbol explicaciones públicas sobre el método utilizado y el manejo que se dio en la venta de las entradas para el partido de nuestra Selección contra el equipo de Estados Unidos, en setiembre próximo.
Es nuestro equipo, es nuestro estadio y por esa razón deberíamos todas y todos tener alguna posibilidad real de adquirir una entrada a precio justo y asistir a ver el partido. Pero eso pareciera que no va a suceder. En cuatro horas se vendieron miles de boletos al estadio y se supone que a razón de 5 entradas por persona que presentara su cédula. Tal cosa, a simple vista y mal mirada, pareciera normal, pero los hechos recientes demuestran otra cosa.
Ese control ha sido insuficiente porque tan solo unas horas después en la prensa nacional se publica información de revendedores que tienen en su haber hasta 500 entradas y de otros que las pusieron a la venta en redes sociales, a precios ridículos e impagables para el grueso de la población.
¿Cómo es que una entrada de ¢10 mil tenga en manos de estas personas un valor de entre ¢70 mil y ¢100 mil? ¿Será posible entonces que al equipo de todas y todos solo pueda ir a apoyarlo una élite adinerada? Eso no está bien y si acaso fuera legal -porque quienes debían cerrar portillos y definir políticas más estrictas no lo hicieron- es muy injusto y por ello el procedimiento y las reglas deberían cambiar.
Los partidos de la Selección Nacional en nuestro estadio no son solo para que disfruten las élites. El alma costarricense y el grito de “gol” en vivo no puede ser un privilegio de pocos. Eso no se vale. Y por ello, como Defensoría de los Habitantes, pensamos que jamás se debería permitir que las personas consumidoras tengan que asumir el pago de montos no autorizados, ni que dispongan de su tiempo para hacer filas interminables para adquirir un boleto que finalmente no pudieron comprar.
Los bienes públicos no pueden convertirse en negocios personales de nadie. Quien quiera lucrar, que lo haga en su negocio propio y no con los recursos de la población. La reventa de entradas es una práctica irregular, aunque sea considerada como normal debido a su cotidianidad. Eso debe cambiar, ya es hora de quitarle al pueblo estas facturas odiosas que no debe y que le endosan a diario la improvisación y la falta de transparencia.
*Defensora de los Habitantes de la República