El 29 de setiembre de 1848 se promulga el escudo de Costa Rica con una clara imagen de lo que se pretendía visionar como país: buques mercantes, comercio, capacidad de insertarse en la economía mundial… Diríamos hoy, el emblema de la capacidad emprendedora, de vinculación con el mercado, en suma, de un país en el cual el sector privado y nuestra capacidad de hacer negocios forma parte de nuestra idiosincrasia.
Y sin lugar a dudas así lo ha sido. Sin embargo esa imagen, como la Costa Rica “Esencial” de hoy, es parte de una sociedad de generaciones que han sabido combinar lo mejor de las “dos caras de la moneda”: sector privado y sector público.
La combinación de ambos lados es lo que nos hace Costa Rica, las dos son el resultado de una forma de ser, fuertemente enraizada en su capacidad organizativa, de aprovechar y potenciar, comparativamente, sus limitados recursos en función de momentos en donde se han establecido consensos, en coyunturas de unidad, de hermandad, de vernos como un solo país ante eventos como: – La llegada de la noticia de la independencia de España, hace casi 200 años, y las primeras decisiones que fundamentaron un espíritu civilista y basado en normas. – La declaración de la gratuidad de la enseñanza escolar.
– En medio de la crisis por las guerras mundiales, se establecen tres de los fundamentos de nuestro Estado social de derecho: educación superior pública, derecho a la salud y condiciones laborales mínimas. – Luego de una Guerra civil de 1948: la supresión definitiva del ejército. – Paralelo a las crisis de 1970, más educación al triplicar las opciones de instituciones de educación superior. – Con una pandemia en medio de la etapa de mayor interconexión global de la historia de la humanidad: el esfuerzo nacional por desacelerar una “curva de contagio intensivo”.
Estos momentos históricos, y por supuesto muchos otros más, han pasado a serlo porque su generación ha asumido conscientemente su rol protagónico, con medidas que superaron la contingencia y lograron visualizar las oportunidades, y sobre todo con la exigencia en términos de desarrollo de proyectar los cambios para el corto, mediano y largo plazos que propicien la más justa distribución posible de los beneficios en los muy diversos sectores, principalmente de aquellos con limitaciones de acceso a las oportunidades y factores que determinan el bienestar.
Lo anterior con plena conciencia de que aún quedan muchos retos en términos de inclusividad, por ejemplo, en cuanto a la equidad de género y los derechos territoriales de poblaciones indígenas, entre otros.
¿Cuál debe ser nuestro rol como generación? ¿Pasaremos a la historia como aquella que pudo aprovechar esta crisis humanitaria global para precisamente potenciar una Costa Rica más justa? ¿Saldrán a flote las condiciones “excepcionales” de Costa Rica? ¿Podremos poner en sintonía las fuerzas del sector privado y el sector público? ¿Será que afectando al sector público podremos generar la estrategia que todos requerimos para “salir” de la contingencia y la reconstrucción que requeriremos?
¿Será que a la tica debemos recuperar esas estrategias que, en medio de las crisis, nuestros antepasados acertaron con el fortalecimiento de la institucionalidad pública y de un compromiso solidario del sector privado de mayores ingresos? ¿Podremos, dentro de un par de años, detener la tendencia del aumento en el desempleo, el subempleo y la desigualdad? ¿Podríamos aprovechar esta crisis para que más habitantes de esta “excepcional” tierra cuenten con acceso a trabajo e ingreso digno y continuo, vivienda, salubridad, educación, recreación, y seguridad?
Cuando en setiembre de 2048 se conmemore el bicentenario de nuestro escudo nacional, y visualicen los factores que para esa época permitieron seguir contando con “buques mercantes” en el mismo, existe la probabilidad de que nos identifiquen como la generación que, al mejor estilo a la tica, logró aprovechar la crisis de la humanidad expresada en un virus para propiciar una Costa Rica más solidaria, en la cual los “buques” lograron mantenerse a flote y ampliaron sus rumbos, porque “excepcionalmente” había una institucionalidad que no solo los potenció, sino que posibilitó que más personas costarricenses fuesen sus propietarios y propietarias.
Podremos capitalizar la crisis actual si visionamos un futuro que parta de potenciar lo que nos ha hecho estar donde estamos, de fortalecer los “virus” que han movido nuestros barcos mercantes: la institucionalidad pública y la vocación por el trabajo y el esfuerzo de nuestras familias en la búsqueda de la mayor democratización económica posible.
*Director
Dirección de Extensión Universitaria UNED