La apertura del nuevo Hospital Monseñor Sanabria de Puntarenas marca un hito histórico no solo para la provincia, sino para todo el sistema de salud pública costarricense.
Este centro médico, reconocido como el más grande de Centroamérica, representa un cambio profundo en la atención de miles de pacientes que, durante años, enfrentaron condiciones deplorables en una infraestructura obsoleta. Es momento de celebrar este logro y reflexionar sobre su trascendencia, al tiempo que se abren puertas a novedosos modelos de fortalecimiento del esquema social de derecho.
Después de seis años de espera y arduo trabajo, la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) inició la reubicación de 75 pacientes desde la antigua sede en El Roble hacia las modernas instalaciones en Barranca.
Este traslado, que se inició el pasado 24 de enero y culminará este domingo 26, es mucho más que un movimiento logístico. Se trata de un símbolo de esperanza, una demostración de que los derechos sociales pueden materializarse en obras que dignifican la vida de las personas.
Las flamantes instalaciones no solo ofrecen un espacio adecuado para procedimientos médicos regulares, sino también la posibilidad de brindar servicios especializados con tecnología de última generación. Los pacientes de Pediatría, Ginecoobstetricia, Cirugía, Medicina, Neonatología y la Unidad de Cuidados Intensivos ahora tendrán acceso a áreas modernas que responden a los estándares que el país merece. Además, a partir del lunes 27 de enero, el recinto operará plenamente, ofreciendo atenciones programadas, emergencias y procedimientos en un entorno diseñado para la excelencia médica.
Este edificio que se estrena es también un reflejo de la capacidad de Costa Rica para mantener y fortalecer su modelo de seguridad social. En un contexto global donde la salud pública enfrenta grandes desafíos, nuestro país reafirma su compromiso con los asegurados. Sin embargo, este avance también nos invita a analizar los retos que persisten.
La sostenibilidad sanitaria requiere de innovación, alianzas estratégicas y decisiones audaces que permitan adaptarse a las crecientes demandas de la población.
En este sentido, los acuerdos público-privados y los modelos de tercerización emergen como herramientas clave. Estas colaboraciones, bien estructuradas, pueden aportar recursos, tecnología y conocimiento técnico que complementen los esfuerzos estatales. Si bien dichas estrategias deben implementarse con transparencia y un marco regulatorio sólido, son fundamentales para garantizar la prestación y mejorar la calidad del servicio en un sector que cada vez requiere más recursos.
El nuevo Monseñor Sanabria es una muestra tangible de que, cuando se alinean la voluntad política, la gestión eficiente y la inversión en infraestructura, los resultados benefician directamente a las personas.
Ahora, una provincia que históricamente ha sido relegada en diversos aspectos recibe ahora un símbolo de justicia social. Esta edificación no solo mejorará la calidad de vida de sus habitantes, sino que también contribuirá al desarrollo regional, al ser un motor para la creación de empleos y el fortalecimiento del tejido social.
No obstante, este logro debe ir acompañado de un compromiso continuo. La CCSS y el Estado tienen la responsabilidad de garantizar que este centro médico opere con suficiencia de personal, equipos e insumos. Al mismo tiempo, la comunidad debe sentirse parte activa del proceso, al cuidar y valorar esta obra que es, en esencia, un patrimonio de todos los costarricenses.
El recién abierto centro de salud es un recordatorio de la importancia de celebrar y defender el sistema social de derecho que tanto caracteriza a Costa Rica. Es un llamado a fortalecerlo y adaptarlo a los tiempos actuales, sin perder de vista su esencia: servir a la ciudadanía con calidad, equidad y humanidad.
Hoy, más que nunca, el espíritu de solidaridad y el compromiso con el bienestar común deben prevalecer. Celebremos este logro con orgullo, pero también con la convicción de que es solo un paso hacia el futuro que deseamos para nuestras generaciones presentes y venideras. Puntarenas se viste de esperanza, y con ello, se enciende una luz que ilumina el camino para todo el país.