La Navidad está a la vuelta. Como profesionales en Orientación, la gran mayoría estamos a punto de cerrar la puerta de nuestra oficina en las diferentes áreas en las que nos desempeñamos: centros educativos públicos y privados de todos los niveles, organizaciones, empresas, sistema penitenciario, entre otros.
Pero no nos queremos ir sin antes hacer un llamado que nos parece urgente, un llamado a la paz. Las estadísticas de violencia, en todas sus manifestaciones, nos han pisado los talones durante todo el año.
Y aunque esta temporada está llena de luces y celebraciones, también despierta emociones intensas que pueden convertirse en desencuentros. En Costa Rica esta temporada suele coincidir con un aumento preocupante de casos de violencia doméstica, asaltos y hasta homicidios. Las fiestas, que deberían ser motivo de alegría, a menudo se ven empañadas por el consumo excesivo de alcohol, el manejo inadecuado de conflictos y la falta de tolerancia.
Sin embargo, este también es un momento para reflexionar y actuar con determinación. Es un llamado a detenernos, cerrar los círculos de dolor y construir espacios donde reine la armonía. La Navidad no es solo una época de regalos y festejos, es una oportunidad para fortalecer los lazos familiares, tender puentes de comunicación y cultivar la paz en nuestros hogares y comunidades.
Es tiempo de practicar la tolerancia, de escuchar antes de reaccionar y de elegir palabras que construyan en lugar de destruir. Todas y todos tenemos el poder de cambiar el rumbo de una conversación tensa, de desactivar una situación de conflicto y de ser un ejemplo para quienes nos rodean. El respeto por la vida debe ser nuestro estandarte y la Navidad es un recordatorio de ese compromiso.
La paz no se construye sola, requiere de voluntad y esfuerzo. En nuestros hogares podemos comenzar con pequeños gestos: una conversación franca, un abrazo sincero o simplemente compartiendo tiempo de calidad.