No podemos negar que los cambios al Reglamento para el Control del Ruido Ambiental tienen un fin loable, pero hay que preguntarnos qué tan operativo puede ser al final de cuentas.
Y es que desgraciadamente nos toca aceptar que Costa Rica es un país con alta contaminación sónica, de modo que sería difícil tener un inspector del Ministerio de Salud para atender cada una de las denuncias que puedan surgir.
Entre los factores que dificultarían la aplicación de la norma se encuentra la hora, por cuanto la mayoría de los eventos con exceso de ruido no se dan de las 8 a.m. a las 5 p.m., sino en la noche.
Habría que ver qué tan factible es que una denuncia prospere cuando no hay un funcionario de salud que llegue al lugar en el momento exacto que se presenta el hecho.
Está por ver si se harán presentes en conciertos, bares, y otros centros de entretenimiento, cuya actividad se concentra en horarios nocturnos e incluso de madrugada.
Lo que sí creemos es que la ministra de Salud, Mary Munive, ha puesto el dedo en la llaga. Algo tenemos que hacer todos como sociedad para detener este problema.
En buena hora que exista la libertad de comercio, sin embargo, el tema también pasa por la ubicación de los locales y el respeto por las necesidades de las demás personas.
Y es aquí donde nos preguntamos: ¿dónde está la articulación entre las municipalidades y quienes otorgan los permisos de funcionamiento?, dado que, de aplicarse correctamente la planificación, no debería haber un conflicto de sonido.
No obstante, al igual que pasa con los bares y centros educativos, hay establecimientos nocturnos que se ubican cerca de las casas de habitación. Lo mismo ocurre con algunas iglesias evangélicas, que inician desde muy temprano sus actividades.
Está comprobado que existen efectos nocivos en la salud física y mental de los seres vivos cuando están expuestos a sonidos con un exceso de decibeles, hasta convertirse en contaminación acústica.
Hay diversos estudios que revelan los trastornos que pueden causarse al estar bajo esta condición, que van desde la pérdida progresiva de audición, depresión e hipertensión hasta problemas de irritabilidad, estrés y cansancio.
Esto no debería resultarnos raro, si tomamos en cuenta lo desgastante que es para una persona el querer dormir y no poder hacerlo por el ruido, tanto en lo físico como en lo mental.
Otro asunto es el tema vial, dado que no se contempla en este reglamento, al ser una competencia del Ministerio de Obras Públicas y Transportes. Un ruido que también debería revisarse.
Los furgones, motos, algunos carros, buses y los famosos piques generan una contaminación auditiva relevante y si no que lo digan los vecinos de la Circunvalación Norte, donde ver un tráfico es casi una proeza.
Todos los trabajadores merecen tener un descanso al llegar a sus casas e incluso paz si realizan teletrabajo, pero nada de esto es posible si no hacemos algo con el ruido vial y ambiental. Esperamos que Salud cuente con el apoyo necesario.