Definitivamente, se predica con el ejemplo y parece que en este nuevo Gobierno esa premisa les resbala. Se mantuvieron en el poder diciéndole a la gente que habría transparencia, que la lucha contra la corrupción era su bandera y que aquello de traficar influencias quedaría en el pasado, bajo la sombra de otros partidos políticos.
Claro, después del escándalo del Cementazo que pringó al Partido Acción Ciudadana (PAC), el mismo Carlos Alvarado, como candidato, levantó la voz aduciendo que ciertas prácticas de los Gobiernos, incluido el de su partido, debían erradicarse, que los abusos de poder bajo su mandato serían inadmisibles.
Pues bueno, apenas se van a cumplir 100 días de la Administración Alvarado Quesada y ya el Servicio Exterior está que se cae a pedazos. La situación en Cancillería resulta insostenible y, peor aún, ya repercute a nivel internacional el caos con nombramientos ilegales.
Para muestra un botón, el nombramiento de la señora Carolina Fernández: apenas comienza la Administración, a ella le dan el visto bueno para ser vicecanciller, pero solo 24 horas más tarde renuncia, pues había sido acusada de abandono de trabajo en esa misma dependencia.
Dicha funcionaria es hermana de la exjefa de despacho de Luis Guillermo Solís, quien ahora está acomodada por el PAC en las fracciones legislativas.
Ambas hermanas figuran nada más y nada menos que como cuñadas de la actual jefa del despacho del señor presidente de la República, Carlos Alvarado, Felly Salas.
Pero el descaro no se acaba acá, esta señora Fernández fue nombrada pese a no tener los atestados requeridos por la ley en el cargo de directora adjunta de Política Exterior, con un salario de embajadora, lo cual no es. A ella alguien le está haciendo el favor y esto se hace evidente, pues no puede ser posible que, en menos de dos meses, la funcionaria haya pasado por tres puestos para los que no está facultada y ahora con un aumento de salario que alcanza ¢1.174.950 por mes.
Esto es tráfico de influencias, mantener a la familia de una funcionaria pegada con goma en puestos importantes en Presidencia, la Cancillería y la Asamblea Legislativa constituye a todas luces un inconveniente que no decimos resulta ilegal, pero sí inmoral.
A estos espaldarazos se suma el nombramiento de la consejera Adriana Murillo como directora general del Servicio Exterior sin tener los requisitos que exige el cargo y con un aumento en el salario de ¢211 mil al mes, que se traducirán en una remuneración de ¢1.174.950, coincidentemente igual que su compañera Fernández.
Pese a cómo queda en evidencia el manejo de los nombramientos en Cancillería, Epsy Campbell, vicepresidenta y canciller de la República, pelea con uñas y dientes para defender sus decisiones, que a todas luces se tornan improcedentes, pero que además ya están en consulta en la Procuraduría General de la República. ¿No es acaso la señora vicepresidenta quien también enarboló la bandera de la rendición de cuentas, de la verdad y señaló los abusos de poder y la corrupción, con el fin de pedir a los ciudadanos votos para su partido?
Y así, como estos nombramientos, muchos más se hacen cada gestión al margen de los estatutos y reglamentos institucionales, es un completo desorden.
¿Cómo es posible que en el Servicio Exterior tico haya diplomáticos que nunca han salido del país, gente con rango de embajadores que no pasan del título de la colilla salarial y el contrato de trabajo, pues nunca han manejado una embajada?
¿Cómo puede suceder que cada cambio de Gobierno esa sea la piñata para los pegabanderas del partido que ganó, y además se condiciona casi que al canciller a nombrar a los amigos en puestazos fuera y dentro de la entidad?
Claro, se sabe que habrá en el Servicio Exterior nombramientos de carrera y otros políticos, esto la ley lo faculta, pero debe hacerse con medida, no conviene que los favoritos del presidente o de la canciller se sientan a sus anchas en puestos para los cuales no tienen atestados.
¿Cuándo será que la diplomacia costarricense se organice adecuadamente? Hay que ver a los españoles, a los chinos, a los cuerpos diplomáticos chilenos y argentinos, hasta los del resto de Centroamérica son más ordenados. Un servidor está tres años en un puesto en el extranjero y luego va de regreso a su país, pasado un tiempo concursa y de nuevo lo nombran en el exterior. Así funciona.
Pero acá hay unos muy acomodados que se dan el lujo de escoger a dónde van, luego se quieren quedar pegados con goma loca y, como si fuera poco, hacen que se mueren si los mandan a sitios conflictivos como Nicaragua o Venezuela.
Hay que observar el servicio exterior estadounidense también o el británico, los diplomáticos que tienen el privilegio de estar en Costa Rica vienen de lugares como Irak, Afganistán y Siria, adonde la vida pende de un hilo, pero acá la mayoría de funcionarios quiere ir a destinos donde cada noche les sirvan champagne, quesitos, carnes frías, y el protocolo de los servicios exteriores les llene el ego.
A esto no escapan cónsules ni consejeros. En Cancillería hace falta meter mano, que se acaben esos favoritismos, que los embajadores, principalmente los que tanto se pelean los puestos, se arrollen las mangas y, más que ostentar un letrero en el escritorio que los acredita como tales, se entreguen a la tarea de representar al país.
Pero también urge intervenir el Servicio Exterior para poner punto final a esos nombramientos ilegales, a esos premios de campaña, esa asignación de tantos familiares no se torna ética ni moral, es abusiva.
Y claro, muchos dirán que no hay nada más feo que estar fuera de la argolla, pero la razón por la que el PAC se mantiene en el poder es la promesa de transparencia, que en este caso está muy lejos de cumplirse.
Qué razón tuvo el expresidente Solís cuando dijo “no es lo mismo verla venir que bailar con ella”, eso se ve claramente cuando quienes están ahora en la silla presidencial y otros puestos andan haciendo todo lo contrario a lo propuesto y repiten lo que tanto han criticado de otras agrupaciones.
Las palabras del exembajador Javier Sancho también están cargadas de realidad, en el Servicio Exterior hay una conspiración de los propios diplomáticos de carrera, “a muchos funcionarios de carrera que están en sede central en Costa Rica no les interesa salir al exterior cuando ya están confortables en un puesto de dirección, donde para haber llegado a ese puesto requerían haber tenido el rango de embajador. El salario es mucho mejor, entonces no les interesa salir al exterior. Eso hace que de alguna forma se abra la inopia”.