El derecho al trabajo es fundamental para la realización plena de cada individuo pues no solo proporciona medios de subsistencia, sino que también promueve la autonomía, la dignidad y la participación en la sociedad.
El trabajo es un derecho y un bien fundamental para toda persona, ya que permite expresar y acrecentar la dignidad humana, por lo que la falta de oportunidades laborales debe ser considerada una verdadera calamidad social, especialmente para las nuevas generaciones. Una sociedad que niega el derecho al trabajo o impide niveles satisfactorios de empleo no puede alcanzar la legitimación ética ni la paz social justa.
Más aun, el trabajo no es solo una actividad económica, sino que tiene un valor sagrado y una dimensión espiritual. El papa Francisco nos recuerda que “donde hay un trabajador, ahí está el interés y la mirada de amor del Señor y de la Iglesia” (Génova, 27 de mayo 2017). El trabajo es una realidad donde se manifiesta la presencia de Dios y su amor por cada individuo, lo que implica que su Iglesia debe estar comprometida con el bienestar y la dignidad de los trabajadores.
Como enseñaba san Juan Pablo II, “el trabajo humano es la clave esencial de toda la cuestión social” (LE 3). Muchos de los desafíos que enfrentamos como sociedad, tal como la pobreza, la desigualdad, la violencia y la exclusión social, pueden abordarse de manera efectiva a través de la creación y el acceso a empleos dignos.
Hoy muchos costarricenses enfrentan dificultades para encontrar empleo en un mercado laboral a menudo volátil y excluyente, y no pocos se ven obligados a aceptar empleos con condiciones injustas debido a la pérdida de opciones, lo que demuestra una falta de reconocimiento de su dignidad y derechos laborales.
La existencia de un amplio sector de empleo informal resalta la necesidad no solo de generar nuevas oportunidades laborales, sino también de asegurar condiciones de trabajo apropiadas, salarios equitativos y protección social para todos los trabajadores.
De ahí, la importancia de que existan políticas y medidas que aborden estos desafíos aún vigentes para garantizar que todos los trabajadores puedan ejercer su derecho a un trabajo digno.
Así, promover el diálogo entre empleadores, sindicatos y gobierno, a fin de lograr aún más, políticas laborales equitativas y educar sobre los derechos laborales se hace urgente.
Que el ejemplo de trabajo y compromiso con la familia de san José inspire nuestras acciones por la protección de los derechos laborales y la dignidad de todos los trabajadores. Que su intercesión nos acompañe en nuestras conversaciones, para que juntos podamos construir un entorno laboral más humano y solidario. Que el Obrero de Nazareth nos ayude como creyentes y como sociedad, a tener siempre presente que el trabajo es un derecho fundamental y una vocación sagrada que merece ser respetada y valorada en todas las instancias.