En la actualidad, muchos sueñan con tener casita propia, algunos para formar sus familias y muchos otros para independizarse y ver cómo les va en esa misión de hacer todo por ellos mismos.
Este es un tema que les quita el sueño a muchos, porque no se ha logrado que cada uno de los habitantes de este país viva de manera digna y se trata de una tarea que en definitiva aún está pendiente.
Y las decisiones tomadas en los Gobiernos anteriores tampoco han permitido disminuir la cantidad de personas que viven mal, prueba de que aún nos queda mucho por hacer es que solo el año anterior bajó la cantidad de bonos familiares entregados y los números son realmente graves, puesto que se dieron 1.442 bonos menos.
Para 2020 se entregaron 12.870 y 11.428 para 2021. Quizá la diferencia entre un año y otro no parezca relevante para quien ya tiene un techo propio, sin embargo, la disminución quitó la posibilidad a muchas familias de ver su sueño de tener una vivienda convertirse en realidad.
Además, la radiografía del sector de vivienda realizada por el Colegio Federado de Ingenieros y Arquitectos y la Universidad de Costa Rica revela que estamos bastante mal en este asunto y habrá que trabajar demasiado para que la gente del país viva de manera digna.
El estudio de este año llevas por nombre “Balance y Tendencias del Sector Vivienda: Análisis del impacto de la crisis en el hábitat y la vivienda”. Quizá este nombre dice mucho acerca de los hallazgos obtenidos.
Uno de los más importantes es que existe un déficit habitacional alternativo, pues estos pasaron de 23.120 unidades a 15.951 unidades, y el habitacional tradicional varió a la baja de 176.749 hasta 168.895.
Si bien los permisos de construcción crecieron en al menos 2.573 solicitudes, muchas veces la gente quiere construir en terrenos poco aptos para hacer una vivienda, a sabiendas que, con la lluvia, el viento y otros fenómenos naturales, se puede quedar en la calle en cualquier momento, lo que pasa es que muchas veces estas personas prefieren jugarse el chance.
Definitivamente, la pandemia nos dejó muchas cosas negativas o por lo menos evidenció las grandes falencias que tenemos en muchas áreas. Pues bien, las viviendas y la calidad de estas es una de ellas, porque según las estadísticas las personas construyen y luego no les hacen nada a sus casas, por lo que cuando se da cuenta hay paredes que se caen, muros que se resquebrajan y sistemas eléctricos que colapsan.
Como país, debemos trabajar duro en cumplir con el ordenamiento territorial, planificación urbana y diseño arquitectónico, porque no se puede seguir construyendo a lo loco, en lugares que no solo ponen en peligro las edificaciones sino también a la gente que vive ahí.
Y es que no se vale tapar el sol con un dedo. En algunos casos, los constructores y ciertos arquitectos construyen hasta sin permisos, sin importar si los terrenos no son aptos para hacer ni una casita de juguete, sin embargo, se la juegan y muchas veces les toman el pelo a personas ilusionadas de tener una casita.
Cuando se piensa en hacer una vivienda, se debe hacer mucho papeleo, se necesita planear muchas cosas, pero muchos piensan que es hacer un cajón con algunas divisiones. No obstante, la pandemia nos mostró cómo muchas casas no son aptas para tener a todos sus habitantes conviviendo todo el día.
Lo anterior por las condiciones de ventilación, separación de edificios y hasta detalles como la cercanía con las otras edificaciones, los servicios públicos y hasta el transporte, esos aspectos vitales en muchos casos hacen de ciertos sitios unos espacios no aptos para vivir.
Como familia, debemos velar por que las viviendas a las que accede la población sean lugares cómodos para el convivir de todos los habitantes, que resulten seguras y aptas para la convivencia. Tampoco podemos perder de vista que debemos trabajar en que nuestro hogar no se convierta en una bomba de tiempo que en cualquier momento nos deje enterrados debido a que no contaba con una construcción adecuada.