Aunque los disparos de artillería se oyen a lo lejos y los vehículos blindados avanzan por las calles, estos ciclistas se niegan a huir, proyectando una apariencia de normalidad en un paisaje devastado.
En los suburbios de la ciudad de Kiev, abandonada a finales de marzo por las fuerzas rusas, los periodistas de la AFP vieron numerosos ciclistas que intentan continuar con un ritmo de vida normal pese a las peligrosas circunstancias.
\”No me ocurrió nada hasta ahora\”, dice Otari Iunashvili, un ciclista de 77 años en Toretsk, en el este de Ucrania, dejando entrever dientes de oro y plata bajo un bigote gris.
El jueves, ocho personas resultaron muertas por un proyectil ruso que cayó en una parada de autobús en Toretsk, según el gobernador de la región.
La noche siguiente, según los habitantes, las tiendas fueron destruidas por nuevos bombardeos.
El viernes por la mañana, los equipos de limpieza recogían escombros y ladrillos bajo una nube de polvo.
El duelo de artillería entre rusos y ucranianos se oye a lo lejos. Los ciclistas observan la labor del equipo de limpieza mientras los coches se apresuran para salir de la ciudad.
\”No tengo coche, pero sí tengo que moverme\”, explica Oleksandre, un minero jubilado de 60 años aferrándose al manillar de su bicicleta sin frenos.
– El ciclismo es bueno para la salud –
\”Por supuesto que siento el peligro\”, admite. \”Pero si me disparan, ¿a quién le importa?\”, comenta.
Desde que Rusia retiró sus tropas de los alrededores de Kiev, la mayor parte de los combates se desarrollan en Donbás, cuenca industrial en parte en manos de separatistas prorrusos desde 2014.
Los enfrentamientos se reducen a menudo a duelos de artillería y las conquistas territoriales son lentas.
Las ciudades y pueblos están marcados por las huellas de los bombardeos.
Los edificios están recubiertos con tablones de madera y fortificados con sacos de arena, aparentemente abandonados para siempre en el campo de batalla.
La semana pasada, el presidente ucraniano Volodimir Zelenski instó a los habitantes de la región a abandonarla sin demora, pero las autoridades estiman que cientos de miles de personas permanecen allí, sin contar los presentes en los territorios bajo control ruso o prorruso.
Entre los que se quedan figuran muchos ancianos, a menudo sin lazos familiares o sin el dinero necesario para encontrar un nuevo hogar en otro lugar.
Otros se niegan a irse. \”El ciclismo es bueno para la salud, mientras que conducir un coche es estresante\”, explica Volodimir, de 74 años, recogiendo hierba al borde de la carretera para alimentar a sus patos y pollos en casa.
Su bicicleta color verde pistacho está estacionada bajo un cartel de propaganda que muestra a un soldado ucraniano con un arma antitanque, cerca de Kramatorsk, el último gran centro administrativo aún bajo control ucraniano en la región.
\”Si algo sucede, prefiero morir en el acto y no quedar discapacitado\”, explica con un aire desafiante.
El estoicismo parece ser la filosofía predominante entre los ciclistas del Donbás, endurecido por ocho años de conflicto con los separatistas apoyados por Moscú.
Viktor, de 62 años, pedalea en su bicicleta, vieja de 40 años y fabricada en la Unión Soviética, con los pantalones plegados dentro de sus calcetines para no se atrapen en las ruedas.
\”Me siento seguro, nuestras tropas están aquí\”, subraya. ¿Y si cae un cohete? \”¡Me esconderé en los arbustos!\”, afirma, confiado.