Soy un hombre divorciado de 29 años. De joven, junto con todos mis amigos buscábamos cómo fisgonear a alguna mujer del pueblo. Yo creo que todos lo hacíamos. Pero en mi caso, me quedó ese gusto y me ha traído problemas y uno que otro escándalo. Trato de no hacerlo, pero siempre estoy atento a un descuido de alguna mujer, sea en un bus, en el barrio, o en el trabajo. A veces he hecho huecos en paredes o puertas y cosas así.
El cuerpo humano es atractivo por naturaleza. El físico del hombre como el de la mujer tienen una serie de atributos generales, entre ellos el área genital, diseñados para ser auténticos estímulos sexuales efectivos. Por lo tanto, es totalmente normal que nos resulte sumamente estimulante ver la figura humana. Esta es la razón de ser los clubes nocturnos, así como de la enorme cantidad de páginas, revistas, películas y demás, que muestran la desnudez. Curiosamente, no solo disfrutamos con la desnudez sino también con la silueta humana. Hombres y mujeres gustan y se deleitan de una persona muy atractiva, totalmente vestida. Sin embargo, por razones que desconocemos, en algunas personas este gusto se convierte en un verdadero problema. Así, el deseo por espiar se presenta de manera casi irresistible y ocupa todo el marco de la conciencia. Se pasan horas esperando una oportunidad y hasta se realizan actos deplorables como usar espejos, cámaras, binóculos, rendijas u orificios para fisgonear.
Estas personas saben que están haciendo mal, son conscientes del peligro que corren y del daño que hacen, pero algunos experimentan una enorme dificultad para desistir de esta conducta. Unos lo logran, otros se abstienen por largos periodos, pero con el tiempo recaen y algunos ni siquiera logran abstenerse. En todos estos casos es prioritario buscar ayuda profesional cuanto antes para lograr controlar estas conductas.