Soy un hombre divorciado de 33 años. “Soy el hombre más tonto del mundo”, estuve casado 8 años y yo, al verla tan enamorada, jugué con ella. Decir esto me cuesta, pero nunca estaba en la casa, salía con una compañera, nunca paré la fiesta. Un día, simplemente se fue de la casa, y no porque tuviera otro, y yo, creyendo que se iba a arrepentir, no hice nada para que volviera. Hace 3 días me llamaron para firmar el divorcio y ahora me arrepiento.
– Esta es una historia común en el ámbito emocional de nuestra sociedad, hombres y mujeres que, en una relación afectiva, no dieron lo mejor de sí creyendo que ese vínculo era como los de antes, “para toda la vida”, y se llevan la sorpresa de que la pareja corta el vínculo y muchas veces de forma definitiva.
La asimetría es común en estas relaciones, uno se esfuerza y se compromete mientras el otro asume la cotidianidad con cierto desdén, sea en el plano laboral, en el ámbito económico, en la esfera temporal, o en compromiso de fidelidad. Es decir, algunos trabajan poco, y se dejan mantener por su pareja, otros derrochan el dinero de ambos en salidas, fiestas, licor, drogas, lujos o caprichos, algunos nunca tienen tiempo para el hogar, los hijos y muchos menos para la pareja porque siempre sus actividades personales -no laborales- son primero, como salidas con amigos, conocidos, familiares y compañeros. Y nunca falta el patán que sigue creyendo que la fidelidad no le compete y mantiene una vida sexual activa con otras personas exigiendo, eso sí, que su pareja sea fiel.
Tal vez al lector le resulten insólitos estos ejemplos, pero forman parte común de la realidad de muchas parejas, quienes antes de la separación vivieron discusiones reiteradas con el fin de propiciar un cambio, pero, por la actitud desinteresada de uno de los dos, toda conversación resultaba infructuosa. Conseguir una buena pareja siempre ha sido una tarea ardua, de tal forma que es insensato perder un buen amor simplemente porque no se tomó en serio.