Editorial
Costa Rica enfrenta un desafío urgente: la polarización que debilita nuestras instituciones y afecta la confianza ciudadana en el futuro del país. Este fenómeno no es exclusivo del Poder Ejecutivo, sino que también permea la Asamblea Legislativa y el Poder Judicial, alimentando una espiral de desconfianza y confrontación que retrasa el avance en temas fundamentales.
La democracia requiere equilibrio, diálogo y respeto mutuo, no un constante intercambio de acusaciones.
La Asamblea Legislativa tiene un mandato constitucional de control político y fiscalización, función vital para la rendición de cuentas. Pero es imprescindible que este ejercicio no derive en propaganda ni en una plataforma de ataques personales.
El control político debe centrarse en generar propuestas, plantear alternativas y velar por el bienestar del país. Transformar la fiscalización en un espectáculo mediático solo intensifica la división y erosiona la credibilidad del Congreso.
Por otro lado, no es saludable para nuestra democracia que desde el Poder Ejecutivo se lancen ataques contra los demás Poderes del Estado. La conducción del Gobierno implica liderar con responsabilidad, promoviendo un ambiente de colaboración en lugar de confrontación. El Ejecutivo debe ser ejemplo de apertura al diálogo, escuchando críticas constructivas y buscando puntos de encuentro para avanzar en los grandes retos nacionales. Los actores políticos, jerarcas de las instituciones y líderes de opinión deben evitar caer en provocaciones que alimenten un clima de tensión. La mesura y el respeto deben ser los cimientos de una comunicación efectiva. En un entorno donde las diferencias ideológicas son inevitables, la capacidad de construir consensos marca la diferencia entre el estancamiento y el progreso.
El país ahora enfrenta retos que exigen la acción conjunta de los tres Poderes del Estado. La reactivación económica, la generación de empleo, la mejora de la infraestructura y el fortalecimiento del sistema educativo requieren trabajo coordinado. Se necesita generar confianza en el sector privado, incentivar la producción y crear condiciones óptimas para la inversión. Esto solo se logra con estabilidad política y un enfoque compartido en objetivos comunes.
La educación, la conectividad y la mejora de la red vial son pilares esenciales para un desarrollo sostenido y equitativo. Sin embargo, para concretar estos avances, se necesita un esfuerzo interinstitucional que trascienda los intereses partidistas. Los discursos incendiarios y las disputas públicas desvían la atención de los problemas reales y dificultan la búsqueda de soluciones.
Es fundamental recordar que la polarización no solo se manifiesta en el ámbito político, sino que también afecta la percepción de la ciudadanía y su participación en la vida democrática.