La violencia y el maltrato hacia las mujeres ocurre a diario en muchos hogares, sin embargo, vemos manifestaciones en contra y lamentos únicamente cuando se da un nuevo femicidio.
¿Qué estamos haciendo como sociedad para detener estos flagelos? La muerte de Kimberly Araya Granados sin duda conmueve a todo el país, pero como ella puede haber muchas otras que están a tiempo de salir del círculo de violencia.
Y no se trata de responsabilizar al machismo, como ocurre siempre, cuando se hace eco de discursos trillados, sino de meditar a conciencia cómo estamos educando a nuestros niños y niñas.
Todos podemos poner de nuestra parte para dar un giro a la historia, formando adultos más funcionales y con patrones de comportamiento distintos.
No es colocando un policía en cada esquina como se resuelve esta problemática, sino fomentando valores distintos a los que gobiernan hoy en día en muchas familias.
Solo si se da el ejemplo a los más pequeños resultará posible lograr un verdadero aporte. Tres niños quedan desamparados, sin su madre, y no imaginamos lo difícil que puede ser el tener que explicarles el motivo.
Ahora salen quienes dicen: “¿Por qué ella no lo dejó a la primera amenaza?”, “tenía tiempo en que le había dicho que si lo dejaba la iba a matar”, “esa relación era tóxica”.
Una amiga, una madre, una hermana, una tía, cualquiera puede ser esa voz de alerta capaz de salvar una vida. La noticia de lo ocurrido a Kimberly es desgarradora, pero resulta aún peor saber que podemos hacer algo por muchas otras, pero en ciertos casos no pasará nada.
En Costa Rica tenemos un Instituto Nacional de las Mujeres (Inamu), pero resulta poco lo que se escucha de sus planes preventivos, solo vemos su reacción cuando aparece un nuevo caso de femicidio.
Ojalá y se invirtiera más en la prevención de este tipo de hechos, no solo desde el punto de vista económico, sino además desde el capital político.
¿Cuántas mujeres han muerto a manos de sus parejas este año, pero sus casos no han conmocionado al país por no hacerse públicos? ¿Han subido o han bajado?
No con esto queremos hablar de números, porque estamos refiriéndonos a vidas, sin embargo, la estadística permite tener políticas de acción más claras, que no se arreglan con culpar al machismo.
Las mujeres pueden convertirse en víctimas cuando sienten que no tienen apoyo para dejar a sus agresores. Algunos pueden decir que suena a excusa, pero hay que estar en sus zapatos pasa conocer su realidad.
Este flagelo no respeta nivel educativo ni clase social, aunque hay factores determinantes, como la dependencia económica, el miedo y si tienen hijos en común.
Muchas de las víctimas tienen poca escolaridad, vieron desde niñas actos de violencia contra sus madres o fueron objeto desde muy pequeñas de situaciones de este tipo.
Nos preguntamos si existe acompañamiento por parte del Estado y si a este tipo de casos se les da seguimiento… ¿Qué clase de ayuda se les ofrece a las afectadas?
Las estimaciones publicadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) indican que alrededor de una de cada tres mujeres en las Américas ha sufrido violencia física o sexual por parte de su pareja o violencia sexual por parte de terceros en algún momento de su vida.
Entonces ya no podemos hablar de “ni una menos”, más bien lamentamos que nuevamente haya una más.