*Abandonemos el formalismo de llamar doctor a quien no lo es.
El presente artículo parte de la etnografía y la experiencia de trabajar en una entidad pública del ente territorial, en donde si me tomara el trabajo de contabilizar las veces que escucho diariamente en la Entidad la palabra doctor, seguro serían estadísticas muy elevadas. Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, doctor es la persona que ha recibido el último, y preeminente, grado académico que confiere una universidad u otro establecimiento autorizado para ello. Esto excluye a los médicos, que son doctores, aunque no hayan obtenido doctorado alguno.
¿De dónde viene la costumbre de llamar doctor a cualquiera? Las raíces según los historiadores, hay que buscarlas en la educación impartida por los españoles a su llegada al continente, de quienes usaban anteojos, de los que obtenían un título en las universidades y en las ganas de aparentar de los colombianos. Es así como en los Municipios colombianos se tiene la manía de llamar doctor a quien realmente no lo es, a veces por desconocimiento y otras porque le toca. Aunque el término se le atribuye a todo el mundo, al funcionario público que atiende una ventanilla, al que pone un sello en un documento, al que atiende detrás de un escritorio, al que firma un papel, en este país los doctores no son tanto.
Según el Ministerio de Educación Nacional -MEN. (2020), el total de graduados de programas de educación superior Colombia asciende a 4.800.920. Número que contrasta con los 4.941 doctores. Esta cifra da un número de 10,3 doctores por cada 100.000 habitantes. (Se hace la salvedad de la ausencia de datos sobre el número de doctores formados en el exterior), eso quiere decir que en COLOMBIA HAY MÁS DOCTORITIS QUE DOCTORES. Para alcanzar este título se necesitan en total unos 12 años de estudios, es decir; 5 años de carrera profesional, 3 años de maestría y finalmente el doctorado de 3 a 5 años.
El director Nacional de la Escuela Superior de Administración Pública – ESAP. (2022) afirma que se tiene que cambiar en la sociedad colombiana es el doctorismo, y no es que por el solo hecho de tener una posición jerárquica o la ocupación de un cargo público, sino que para ser doctor hay un esfuerzo importante hay fácilmente 12 años de estudio o 10 por lo menos, sin contar los estudios de Educación básica y media que son 11 años más. El director Bula (2022) expone el caso que cuando estuvo en las Naciones Unidas a nadie se le decía doctor, se le decía señor X o señor Y o por el apellido.
Es muy colombiano decirle doctor a alguien simplemente porque lleva una corbata, por ser abogado o trabajar con una entidad pública, creo que eso debería erradicarse del imaginario colombiano, porque desde esa dominación del lenguaje comienza el mal servicio de las entidades públicas, debido a la rendición de pleitesía a los funcionarios públicos dándole una falsa superioridad cuando le dicen “doctor” a quien debe estar al servicio de los ciudadanos. Por eso la importancia del lenguaje, para Austin (1971), establece que es el lenguaje como elemento que aspira convertirse en medio de dominación para el poder, hecho para hacer que se obedezca. Esta clase de formalismos absurdos hacen ver al ciudadano como garante de favores y no de derechos.
Finalmente concluyo que normalicemos llamar señor o señora a los funcionarios públicos, abogados o quien se vista con saco de paño, con el objetivo de dejar de rendir pleitesía a los funcionarios públicos y segundo por respeto a quien si ha estudiado un doctorado, abandonemos el pseudo formalismo de llamar doctor a quien no lo es, es una tarea ardua, ni siquiera con mi origen caribe, en donde nos caracterizamos por la informalidad en el trato y en el lenguaje , ni siquiera nos escapamos de esta enfermedad.