En los últimos días, me correspondió escuchar en un taxi, en un bus, en una actividad, y en las aulas de la universidad, a una pequeña parte de la opinión pública expresarse de manera despectiva hacia la figura de las autoridades de Policía, en algunos casos con razón y fundamentos, por algunos actos que dejan en mal la imagen de un colectivo que mayoritariamente está conformado por hombres y mujeres de valor, y al escuchar las diferentes opiniones con atención, siempre reflexioné: “Si estuvieran un momento, en los zapatos de un policía”, si en los zapatos de un hombre o una mujer que deja su familia por días, para cuidar la de otros, que debe cuidar todos sus actos, porque es “delatado” por un uniforme, que lo convierte en figura pública, “simple depositario de la autoridad”, según el artículo 12 de la Constitución Política, las fuerzas de Policía son las encargadas de conservar el orden público, entre muchas otras funciones.
Esto porque a pesar de las limitaciones, la Fuerza Pública es la primera en llegar a cualquier suceso, y este cuerpo es el que debe atender todo lo que suceda en horas de la noche, por ser la única que labora las 24 horas del día.
Nosotros hemos reconocido que lamentablemente, algunos oficiales se desvían del camino del bien y se unen a quienes procuran el mal, pero esto es en un porcentaje mínimo, si consideramos los datos y si analizamos las condiciones de trabajo de las y los policías, podremos concluir que la mayoría tiene convicción y valor de servir.
Los policías enfrentan una descomunal y paradójica, pérdida de hogares, sus hijos crecen con la figura de padres ausentes por la naturaleza de su trabajo, el policía tiene muy pocas posibilidades de tener vida social, no solo por aspectos económicos, y por roles de trabajo, también por los riesgos de una venganza, si por ejemplo decidiera pasar un rato en un centro social, se expone a una “sacada de clavo” si se topa con alguien a quien debió intervenir, y le “cobran” la intervención, empieza cualquier problema perdiendo, porque aunque en caso de que deba repeler una agresión, y actúe en legítima defensa, será considerado “culpable”, hasta que demuestre su inocencia, y empieza el calvario de un proceso disciplinario, donde le recuerdan la ética y la frase “usted es Policial las 24 horas, los 365 días”, aunque le paguen solamente 8 horas, diarias.
El policía debe comportarse como un robot, no tiene derecho a sentir hambre, a tener sed, no puede sentarse a tomarse un café, porque es señalado por el dedo acusador, lo más grave de todo esto es que algunos de sus mismos superiores piensan que así debe ser y suprimen el derecho de las y los trabajadores de la Fuerza Pública, como aquel que ordenó “se eliminara el derecho al tiempo para alimentación en la jornada nocturna”, ¿en qué se diferencia la jornada diurna de la jornada nocturna, ambas de doce horas? Únicamente en que la jornada nocturna debe ser mejor remunerada.
LAS GARANTÍAS JURIDICAS PARECEN MAS FAVORABLES PARA ALGUNOS DELINCUENTES QUE PARA LOS TRABAJADORES DE LA FUERZA PÙBLICA.
Los Policías detienen a un delincuente y este sale antes de los tribunales que el propio policía y si al delincuente se le ocurre decir que fue agredido, se despliega todo un operativo para detener a un trabajador, como si fuera un delincuente, pareciera desequilibrado el abordaje, y peor aún si el quejoso cuenta con alguna “palanca”, que se consiguen muchas veces dentro del mismo “sistema”.
La legislación actual no favorece el trabajo de las y los policías, porque se crean múltiples leyes que los obligan a actuar, pero pocas que los amparen, mínimamente debería respetárseles el principio de inocencia, pero resulta que administrativamente, por cualquier informe aunque a simple vista dicho informe sea improcedente, el trabajador deberá esperar hasta 3 años, para que se resuelva y mientras tanto, ve suprimidos algunos de sus derechos.
En un país sin ejército la mayoría de las y los miembros de la Fuerza Pública, héroes que aun con el histórico abandono estatal, que no logra resolver las condiciones de la mayoría de las delegaciones del país, algunas son verdaderas “ratoneras” indignantes, con la complicidad de otras instituciones que permiten al Ministerio de Seguridad seguir operando en edificios que deberían estar clausurados, algunos inclusive pagando altos costos de alquiler.
Sucede que por mucho que se critique la labor policial, se requiere de algo más que la necesidad de trabajo para ser policía, se requiere de convicción, espíritu de servicio, se necesita de valor, mucho valor, para arriesgar la vida, para decomisar un cargamento de droga, para rechazar un soborno, para a pesar de todo, mantener la voluntad de servir, y sonreír.
*Dirigente Nacional de ANEP