Luis Fernando Allen Forbes
Director ejecutivo de la Asociación Salvemos el Río Pacuare
A principios del siglo XX, el horizonte hídrico del planeta arrojaba cifras optimistas acerca de la disponibilidad de manantiales y enormes cuerpos de agua que podrían aprovecharse para satisfacer las necesidades crecientes de la población mundial.
Se cree que del total del agua mundial el 97% es salado, el 2% se encuentra en forma de nieve y témpanos, y solo el 1% se considera dulce, la cual se recicla continuamente por la naturaleza y es apta para el consumo humano.
El incremento demográfico ha creado un desequilibrio entre la oferta y la demanda del recurso hídrico y aun cuando es renovable se encuentra en peligro de extinción, debido a la masificación de los espacios urbanos y el aumento del uso de los recursos naturales, haciendo que este líquido sea un bien poco valorado, malgastado y desperdiciado.
La población mundial ha sobrepasado los 8.000 millones de habitantes y mientras que el volumen de agua dulce permanece relativamente estable, el estilo de vida al cual nos hemos acostumbrado depende en gran medida de la disponibilidad suficiente de un líquido limpio y barato.
Está claro que nos encontramos frente a una serie de cambios decisivos y generalizados en los términos prevalecientes de disponibilidad y aprovechamiento que está tomando la forma de crisis, por tratarse de un recurso clave y estratégico para el desarrollo humano y el bienestar de las especies.
Costa Rica no está exenta de problemas relacionados con este tema, pese a eso, muchos usuarios lo utilizan como un bien inagotable poniendo en riesgo su cantidad, calidad y disponibilidad, desatendiendo los esfuerzos de conservación, sensibilización y protección.
Esto supone encontrar mecanismos que nos permitan darle una valoración social al agua y reconocer que es un recurso natural necesario pero vulnerable, que requiere de un manejo integral de las cuencas hidrográficas, en condiciones racionales y compatibles con la capacidad de recuperación y regeneración de los ecosistemas involucrados, en beneficio de las generaciones futuras.
Es imprescindible para la vida, fundamental para el sostenimiento y la reproducción de la vida, ya que constituye un factor indispensable para el desarrollo de los procesos biológicos que la hacen posible.
Esta característica le confiere un valor vital y especial sobre cualquier otro bien, ya que el mantenimiento y crecimiento de la población residente en un determinado espacio geográfico depende del abastecimiento regular de agua en aceptables condiciones de calidad y cantidad.
Finalmente, el desarrollo de las sociedades ha estado estrechamente vinculado a este líquido porque constituye una causa de producción clave en cualquier sistema económico. Se trata de un recurso elemental para la generación de energía eléctrica y el desarrollo de actividades agrarias, industriales y turísticas, entre otras.