Para quienes tenemos fe, la quietud del silencio nos ayuda a vivir envueltos en la luz del amor de Dios que nos acoge y ama como somos, incondicionalmente. Y con él, con Dios, más allá de soportarnos y soportar el silencio, podemos sentirnos bien en él, lo que no resulta fácil sin esta consideración. Sea lo que sea y haga lo que haga, vivo, me muevo y soy dentro de mi Creador y Padre. Lo que me reafirma en ese silencio y quietud.
Haga usted la prueba, y creo que también experimentará lo que de sí declara Anselm Grün: “A veces tengo la sensación de que Dios me mira, y bajo sus ojos puedo ser como soy. Otras veces no veo a Dios como alguien que está frente a mí. En la quietud soy sencillamente uno conmigo mismo. Y en esta unidad me siento a la vez uno con todo lo que existe, uno con la creación, uno con las personas y uno con el fundamento originario de todo ser, con Dios. En esta experiencia de unicidad, el tiempo se detiene. Son profundos instantes de felicidad, que se hacen posibles en el silencio”.
La gente habla de ponerse en manos de Dios, pero, de acuerdo con Tony de Mello, ya estamos en ellas, y lo que corresponde es que tomemos conciencia de que es así y, sin más, nos sintamos seguros y felices.
Análogamente, se puede afirmar que el silencio interior ya está en mí antes de que lo procure. Es cuestión de percatarse de ello. Y son los místicos quienes nos lo recuerdan al hablarnos de que dentro de todo ser humano, creatura e hijo de Dios, hay un espacio de quietud en el que habita él, Dios. No es necesario crearlo; solo descubrirlo y entrar en él y gozarnos en esa quietud del silencio interior.
Por otro lado, conviene traer a cuento aquí algo que ya señalé en un escrito anterior de la serie. En ese espacio de silencio no pueden entrar, si no se lo permitimos, los demás con sus expectativas y exigencias, con sus juicios y críticas. Y ni siquiera yo mismo puedo entrar si no lo permito con la carga de pensamientos y sentimientos negativos, miedos y preocupaciones. También aquí el silencio es muy conveniente y hemos de hacer nuestro mejor esfuerzo para encontrarlo y gozarlo.