Al iniciar un nuevo curso lectivo, la realidad del sistema educativo público nacional vuelve a exponerse con crudeza ante la sociedad costarricense. A pesar de que Costa Rica destina aproximadamente el 6% de su producto interno bruto a la educación (considerando los rebajos que ha aplicado este Gobierno) es aún así uno de los porcentajes más altos en América Latina, pero las deficiencias estructurales persisten y se agravan año tras año, amenazando el futuro de miles de estudiantes.
La infraestructura educativa continúa siendo uno de los talones de Aquiles más evidentes. Techos que gotean, servicios sanitarios en mal estado, aulas hacinadas y espacios inadecuados para el aprendizaje son realidades cotidianas en muchos centros educativos. Es inadmisible que en pleno siglo XXI, los alumnos deban recibir clases en condiciones que atentan contra la dignidad y el derecho a una educación de calidad.
Recientemente el diputado verdiblanco, Geison Valverde, denunció en Plenario como en bodegas de Zapote se almacena equipo tecnológico desde hace un año, propiedad del Ministerio de Educación Pública (MEP), un hecho inadmisible en las circunstancias actuales. El nombramiento tardío de docentes sigue siendo otro problema endémico que afecta el inicio de cada curso lectivo. Miles de estudiantes comienzan las clases sin todos sus profesores asignados, generando un rezago educativo que difícilmente se recupera. Esta situación no solo evidencia graves problemas administrativos en el MEP, sino que también refleja una falta de planificación y gestión eficiente de los recursos humanos. Pero quizás el desafío más apremiante sea la calidad educativa. Los resultados en pruebas internacionales y las crecientes brechas de aprendizaje demuestran que la inversión presupuestaria no se está traduciendo en mejores resultados. El sistema actual, con sus metodologías obsoletas y su resistencia al cambio, no está preparando adecuadamente a los estudiantes para los retos del siglo XXI. La paradoja es clara, mientras Costa Rica mantiene un compromiso presupuestario significativo con la educación, los resultados no reflejan esta inversión. Es momento de cuestionar no solo cuánto se invierte, sino cómo se están utilizando estos recursos. La transformación del sistema educativo requiere una gestión más eficiente.