Después de escuchar el Informe rendido por el Presidente de la República, el día 2 de mayo, ante la Asamblea Legislativa, me queda en el paladar la desazón de un ciudadano depositario de esperanza en un cambio. Concibe este, un dibujo panorámico irreal, de un país que no conocemos los costarricenses; retrato construido con líneas que forman realidades paralelas sin posibilidad de encuentro alguno.
Este Gobierno se ha caracterizado por la incapacidad de crear puentes, de forjar cimientos mediante el diálogo y debemos navegar en un navío sin rumbo, por la ausencia de un capitán capaz de dirigir el barco. El timonel (Ministro de Presidencia) abandonó el cargo encomendado y navegamos sin coordinación de táctica, sin cadencia marcada, sin destino, remando todos en direcciones contrarias.
Señor Presidente, en este país no todo está bien. La promesa de un cambio se desmorona, la ruta de la alegría se ha convertido en una ruta de decepción y desesperanza.
El estado de la Nación actual no es digno de alabanza. La realidad que vivimos como ciudadanos es otra: la cifra de indicador de pobreza extrema ha crecido significativamente, de un 6,3 al 7,2. El acceso a la vivienda para la clase media, cada vez es más lejana y la vivienda de interés social, una ilusión desvanecida ante la gigantez de un aparato burocrático ineficiente.
El desempleo ha alcanzado el 10 % de la población. El emprendedurismo se estrella ante la ausencia de posibilidades de ser competitivos, en precio y calidad, gracias a elevados costos operativos. Se ahuyenta al inversionista extranjero, por tanta incerteza jurídica. Las exportaciones, importaciones, el turismo y el comercio, se ven obstaculizadas por las condiciones paupérrimas de nuestra infraestructura. La obra pública no se concreta, amén de la ausencia de planificación, la incapacidad de gestión y del despilfarro sin precedentes. Es insufrible el rezago en materia de telecomunicaciones, que flaco favor le hace a la educación, la economía y productividad del país. La emblemática seguridad social, se encuentra en una crisis insostenible por pensiones exorbitantes. Todos tememos transitar por las calles y nos sentimos inseguros en nuestros propios hogares, a causa del hampa.
Este Gobierno pretende convencernos de que la respuesta está en la imposición de más impuestos. Sacar más plata del bolsillo al desempleado, al frustrado emprendedor, a la clase media asfixiada, a los pobres extremos… Piden impuestos, cuando el déficit fiscal es casi del 6 % del PIB, por no contar con políticas de contención del gasto público, por una deficitaria recaudación de impuestos que favorece el aumento de la evasión fiscal y una nula reactivación económica que fomente el crecimiento de nuestra riqueza.
Requerimos de liderazgos capaces de marcar el rumbo hacia el crecimiento económico y social, de marcar una cadencia uniforme y que cuenten con vocación para el diálogo y la construcción de acuerdos. Demandamos la generación de empleos, una economía reactivada que genere ingresos tributarios, herramientas para la competitividad a nivel nacional e internacional. Urgen la contención del gasto público, la eficiencia en la recaudación de impuestos y la erradicación de la evasión fiscal.
El cambio de rumbo debe ser propiciado por todos y debe apuntar hacia la prosperidad, el desarrollo, las oportunidades igualitarias, la inclusión, el crecimiento sostenido, la seguridad y la educación.
*Diputado del PUSC