Los datos revelados por el más reciente informe del Programa Estado de la Nación dibujan un panorama preocupante sobre la situación social de Costa Rica.
Mientras los hogares en pobreza extrema que dependen de la asistencia estatal aumentaron un 12% entre 2017 y 2023, el total de hogares beneficiados por programas sociales se redujo un 17%.
Esta realidad nos obliga a reflexionar sobre el modelo de desarrollo que estamos siguiendo y el papel fundamental que debe jugar el sector privado en la construcción de una sociedad más próspera y equitativa.
La ecuación es simple, pero contundente: sin un sector privado robusto y dinámico, capaz de generar empleos de calidad, será imposible romper el ciclo de la pobreza que afecta a miles de familias.
Los programas asistenciales, si bien es cierto son necesarios en situaciones de emergencia, no pueden ser la columna vertebral de nuestra política social.
La verdadera transformación vendrá de la mano de la creación de oportunidades laborales sostenibles y del fortalecimiento de las capacidades productivas de nuestra población.
El Estado de la Nación nos advierte sobre una tendencia preocupante: la política social se ha tornado más asistencialista, relegando a un segundo plano los programas orientados a generar capacidades y prevenir la pobreza. Esta es una ruta peligrosa.
Las transferencias monetarias pueden aliviar necesidades inmediatas, pero no construyen el futuro. La verdadera inversión social debe enfocarse en educación, capacitación laboral y desarrollo de habilidades que permitan a las personas integrarse exitosamente al mercado laboral.
Sin embargo, el sector privado no debe ser un actor solitario en esta transformación. Se requiere una alianza estratégica entre las empresas y el Estado, una colaboración que vaya más allá de la retórica y se materialice en acciones concretas.
El país necesita una política pública articulada que estimule la inversión, simplifique trámites, promueva la innovación y, sobre todo, adapte la educación a las necesidades reales del mercado laboral.
Los recortes presupuestarios implementados desde 2018, y especialmente intensificados en la actual administración, han afectado de manera significativa la inversión social, el sector ambiental y la infraestructura.
Si bien la disciplina fiscal es necesaria, realizar ajustes sin un plan estratégico de desarrollo es como navegar sin brújula. Costa Rica necesita equilibrar sus finanzas públicas, pero no a costa de sacrificar el futuro de sus habitantes.
El momento actual exige un nuevo pacto social, un acuerdo donde el sector privado asuma su rol como motor del desarrollo, pero con un Estado que facilite las condiciones para su crecimiento y asegure que los beneficios del progreso económico alcancen a todos los sectores de la sociedad.
La experiencia nos ha demostrado que cuando existe cooperación entre todos los actores, el sistema puede entregar mejores resultados a la población. El desafío es mayúsculo. Tal como señalan los expertos, se requieren esfuerzos en múltiples áreas y posiblemente más de una administración gubernamental para resolver los problemas estructurales que enfrenta el país.
Pero el camino está claro: necesitamos potenciar el crecimiento de las empresas locales, lograr un manejo más eficiente de los recursos públicos y establecer una estrategia de desarrollo que combine el dinamismo del sector privado con una política social inteligente y sostenible. El sector privado ha demostrado su capacidad de adaptación y resiliencia en momentos difíciles. Ahora debe dar un paso adelante y convertirse en protagonista de la transformación social que el país necesita.
La reducción de la pobreza no es solo una responsabilidad estatal, es un desafío que requiere el compromiso y la participación activa de todos los sectores de la sociedad, especialmente de quienes tienen la capacidad de generar empleo y riqueza.
El futuro de Costa Rica depende de nuestra capacidad para construir un modelo de desarrollo inclusivo, en el que el crecimiento económico y el progreso social vayan de la mano. El sector privado tiene la llave maestra para abrir esa puerta.