Cuando pensamos en avances de la ciencia y la técnica tenemos en mente –por lo general–, máquinas sofisticadas o aparatos innovadores que nos hacen la vida más sencilla o nos abren opciones inesperadas y hasta insospechadas. De pronto podríamos pensar también en novedades que revolucionan el campo de la salud o de las comunicaciones. Pero muy difícilmente se nos ocurre asociar esos avances con el campo de la alimentación… ¡Parece que lo damos por logrado! Y es precisamente en ese terreno en el cual, hace pocas semanas, se anunció una novedad que apunta a una verdadera transformación. El científico responsable ha anunciado que la nueva técnica cambiará para siempre nuestra forma de comer y de pensar en nuestra comida. ¡No parece poca cosa!
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He de confesar que a mí no me entusiasman particularmente las hamburguesas. Pero fue precisamente una hamburguesa creada con células madre en un laboratorio lo que recientemente fue presentado como novedad al mundo. Un equipo de científicos holandeses trabajaron en este singular proyecto. Partieron de muestras de tejido muscular tomadas de una vaca mediante una intervención, aseguran, indolora. Y todo sucedió en el laboratorio.
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¿Y por qué este esfuerzo que ha costado 248.000 euros y una investigación de aproximadamente cinco años? Las razones fueron las que capturaron mi interés. Según los expertos, motivaciones éticas y económicas llevaron a impulsar esta iniciativa. Fundamentando sus argumentos en proyecciones de Naciones Unidas (de la FAO, la Organización para la Agricultura y la Alimentación), los autores del trabajo sostienen que la demanda de carne sufrirá un crecimiento enorme en las próximas décadas. Tanto que indican que en el futuro la carne y los cereales pueden pasar a ser productos de lujo.
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Por otra parte, esos mismos expertos, al analizar los sistemas actuales de producción de carne afirman que son insostenibles. Por eso Mark Post, el líder de la investigación, enfatiza las características de la nueva hamburguesa: producirla significa –afirma–, si se compara con las forma tradicional, 99% menos de superficie cultivada, 96% menos de emisiones de gases de efecto invernadero, 45% menos de gasto energético. Imposible quedar indiferente ante estas argumentaciones… Claro que persiste el debate sobre su sabor y su textura, pero los pronósticos no parecen del todo negativos.
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La nueva hamburguesa resulta entonces mucho más que esto. Se trataría de una propuesta que anuncia soluciones ante la escasez de alimentos que muchos estudiosos señalan como uno de los grandes desafíos de la humanidad: la falta de sostenibilidad de los modelos de producción actuales, el cambio climático, los factores políticos y sociales, entre muchos otros, serían los responsables. Y las soluciones que se anuncian aspiran a tener, efectivamente, menor impacto ambiental.
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Interesante esperar la reacción de la comunidad científica especializada ante esta novedad. Bienvenido el debate sobre el tema. Pero en cualquier caso, el trasfondo ético de la iniciativa y la llamada de atención que significa bien merecen el interés hacia a un tipo de esfuerzo que nos vuelve a recordar que la alimentación no es asunto resuelto, ni en el mundo de hoy ni en el del mañana. ¿Asumiremos la responsabilidad de no seguir evadiendo esta “discusión incómoda”?