Alguien ha definido el adaptarse de una manera breve pero clara; “Es relacionarse con los demás sin dominar y sin dejarse dominar”. Lo que, sin duda, es fruto y manifestación al mismo tiempo de gran madurez humana y de un verdadero amor.
Adaptarse es amar. Y para ello, lo primero e imprescindible es no estar atado uno a sí mismo y abrirse naturalmente al mundo del otro al que se adapta, eso: sin dominar ni dejarse dominar. Porque, como observa el P. Larrañaga, “nuestra desgracia es ésta: el ser humano tiende a adaptar todas las cosas a él, mediante la racionalización, en lugar de adaptarse él a todo”. Y añade que “hasta a Dios mismo lo adaptamos a nuestra medida y deseos, mediante sutiles racionalizaciones”. Y, bien, contra la racionalización la autocrítica y la sana y oportuna crítica de los demás; el necesario oficio de limar asperezas. Quienes integran una familia o una comunidad son semejantes a esas piedras de los lechos de los torrentes que al ser arrastradas por el agua se golpean unas contra otras y acaban al cabo de cierto recorrido redondeadas y lisas. Es el bien que produce, o puede y debe producir, la intercomunicación personal en la que aparecen no pocas aristas en las relaciones descontroladas que hay que limar con paciente insistencia.
En ese sentido, y como lo explica el autor más arriba citado, “adaptarse significa dejarnos cuestionar por los hermanos, y cuando nuestros ángulos de personalidad queden descubiertos a la luz de la revisión, de la corrección fraterna, o simplemente de la convivencia diaria debemos comenzar un lento proceso para suavizar ángulos y controlar compulsiones”.
A nadie se le oculta que el ser humano es muy complejo y sus relaciones también. De ahí la dificultad para adaptarse, debido concretamente a los tan diferentes y aún contrarios rasgos de modos de ser que resultan molestos para quienes nos rodean. Consecuentemente, cada cual ha de esforzarse por detectar esos rasgos y evitarlos poco a poco: son las aristas puntiagudas que lastiman a los demás.
Sigo con el tema, Dios mediante, en otro escrito.