Fernando Berrocal
Exministro de Seguridad Pública
La semana pasada en Panamá se celebró a muy alto nivel público y privado el anual Foro Económico Internacional para América Latina y el Caribe.
El tema de fondo fue las relaciones políticas y económicas con la segunda Administración Trump, en el contexto de las fuertes medidas anunciadas por Washington y las realidades a nivel mundial.
La realidad pura y dura es que el mundo cambió, se transformó en una “aldea global”, superó la Guerra Fría y el proteccionismo e iniciamos un nuevo orden multilateral con varios centros de poder militar, económico, tecnológico y científico, resultado de la globalización, la apertura de mercados y la revolución de las comunicaciones. Ese es el dato objetivo y la realidad en desarrollo, desde la caída del Muro de Berlín y la poderosa revolución informática.
Esto le cuesta aceptarlo a los extremismos políticos y de otra naturaleza que viven a estas alturas del 2025, enfrascados en controversias ideológicas superadas o propugnando fuertes intereses económicos y tecnológicos, sin aceptar los nuevos paradigmas y grandes retos del presente.
Esta miopía de los extremismos, la resumió en dicho foro regional Pepa Bueno, directora de El País, el periódico más importante de España, cuando disertó sobre la “ruptura de la realidad” y cómo, a partir de esto “es muy difícil ponerse de acuerdo y alcanzar consensos” a nivel nacional e internacional.
Esa “ruptura de la realidad”, a nivel nacional, nos ha pasado con la bronca permanente del Poder Ejecutivo con los otros Poderes del Estado y contra quien opine distinto, cuando la verdad es que solo en democracia y vía un diálogo constructivo y patriótico dentro del Estado de Derecho es como se pueden y deben hacer las necesarias reformas que necesita Costa Rica.
Ese error estratégico e ideológico, no debe suceder en nuestra política pública internacional y de comercio exterior. Costa Rica necesita, sin excepciones, mayores inversiones extranjeras directas, transferencia de tecnología y los mejores socios de empresas de los Estados Unidos, China, la Unión Europea y los BRICS para generar mayor riqueza nacional, empleo y justicia social.
Lo primero y fundamental siempre debe ser defender los intereses superiores de Costa Rica, como expresión de soberanía, dignidad e inteligencia política. Un sabio y pragmático campesino diría: “Ni tanto que queme al santo ni tan poco que no lo alumbre” frente a las grandes potencias del siglo XXI y su abierta competencia económica, de influencia y poder a nivel global.
¡Costa Rica lo puede hacer!
¿Y usted qué opina?